#27MDQFest, los cinco anteriores: balance




El camino de cinco años que se cumplen bajo gestión de José Martínez Suárez no consiste en un ascenso desde la primera edición (2008), sino en algo como una recuperación, desde el año siguiente: el festival sufre un recorte importante de presupuesto, que quita salas, películas, días, invitados y despliegue urbano, e interrumpe de arranque la radicación de ciertas ideas de programación que empezaban a dibujarse sobre un molde bastante similar a lo que entregaba la gestión Pereira (espacios aparte al cine nacional y latinoamericano, estrenos fuertes de Europa y Asia, alguna variación de la sección Contracampo de los noventa para un público alternativo que ya se había renovado). Mayormente obligado por la plata en falta que motivado por convicciones u objetivos, Mar del Plata declara encarar un enfoque filmocéntrico desde 2009, mientras se repliega rápidamente a las proyecciones en Beta para varias secciones, y a la selección de muchos productos provenientes de televisión e Internet.

Por lo menos dos ediciones fueron precedidas por un barullo de meses sobre la posibilidad de que el festival fuera anestesiado o cambiado de ciudad. El INCAA comenzó a organizar la semana con la provincia y el municipio, y en semejante previa Liliana Mazure exigía desde Buenos Aires una dirección y un perfil. Desde 2009 Ventana Sur se llevó a Capital el mercado de películas, una decisión razonable cuando la feria se armaba en Mar del Plata mientras se caía el techo del hotel Provincial, pero que también desconectaba a sus participantes del flujo mayor de películas y personas del ambiente (desde allí empiezo a tocar de oído y alguien sabrá decir mejor si la decisión convino).

De 2008 hasta acá el festival y su gestión actual desplegaron una serie de virtudes, defectos y características neutrales, propias de cualquier festival y propias de la historia y presente de Mar del Plata como evento y ciudad anfitriona. Todo eso se mostró exacerbado en 2012: en una semana entraron la delegación coreana de directores, Diego Torres, Cristina, Enrique Piñeyro, Pablito Ruiz, un encuentro palpitando las comunicaciones y productos de la ley de medios y otro señalando problemas de distribución en el cine nacional, los rescates de películas argentinas y la ruina de copias de películas extranjeras, las proyecciones en Super 8 con un sitar tocado en vivo y las proyecciones donde el ṕúblico le enseñaba al operador del Ambassador a manejar el proyector de fílmico. Presentando más del doble de películas, el BAFICI ni se acerca a la vorágine que puede representar un día en una rambla con proyecciones al lado de una pista de skate, el movimiento de cinco hoteles llenos de acreditados y la Presidenta haciendo el estreno costero del documental sobre Néstor.

Son varias las líneas, en ciertos casos paralelas, que se fueron trazando para llegar a este panorama.

Programación: cuestión ampliamente tratada en la edición pasada, que aun con algunos aspectos que podrían modificarse se encuentra en una situación mucho más positiva de lo que aparenta. Por cuotas indefinibles de criterio y casualidad hay un equipo de programadores ecléctico en lo colectivo (supongamos un grupo conformado por Alderete, Barrionuevo y Conde y otro por Campos, Flomembaum y Pérez Laguna), y según el conocimiento de gustos que se tenga de sus integrantes pueden distinguirse algunos senderos personales a medida que pasan las ediciones. Las dicotomías se forman solas (viejo/nuevo, latino/coreano, Blu-Ray/Super 8, antropología/frisbees, algunas de las cuales notoriamente se dan entre secciones programadas por un mismo grupo) y más allá de los gustos la programación tiene que considerarse en términos de disponibilidad, cercanía o alejamiento intencional del circuito de festivales, hasta qué punto forzar la variedad de la selección, equilibrar la repetición de lo difundido durante el año con los descubrimientos propios y tener la frialdad necesaria para proyectar menos cosas por mera prolijidad.

Si me preguntan, mucha programación nacional y latinoamericana pierde visibilidad amuchándose en Mar del Plata cuando podría circular mejor en INCAA TV u otros festivales nacionales, y las secciones fijas cuyo hilo conductor es un género o temática sufren un desgaste al tener que curarse cada año, y podrían disponerse con más flexibilidad de selección o incluso realización, para poder ofrecer una mayor regularidad. Estoy en contra de dar funciones a producciones disponibles legalmente en (o creadas para) Internet, y a favor de la presencia/omnipresencia de Peña y Manes, y el material que aportan para una sección estilo Bazofi y proyecciones de tanques clásicos en copias bien cuidadas.

Infraestructura y recursos materiales: la edición 2005 contó con 18 salas, de las que al año siguiente el festival ya había perdido un tercio (Atlas, América, Olympia, Neptuno, La Subasta -hoy teatro Güemes- y el aula magna de la facultad de derecho). Para el 2008 Peña usó la cueva del Olympia para pasar cosas como Nobleza Gaucha con música en vivo, y en 2009 se perdieron esa sala y las dos del shopping Los Gallegos. Desde 2010 se recuperaron estas últimas y se mantiene una cantidad de 12, sumando 4 del Ambassador, 4 del Paseo Diagonal, el teatro Colón y la sala Piazzola del teatro Auditorium.

Se me escapan los motivos reales por los que hayan dejado de utilizarse las salas mencionadas, pero obviamente la reducción presupuestaria y/o de películas pueden ser las principales razones. Hay otras: el complejo América-Atlas y las salas Neptuno y Olympia no funcionan como cines desde hace varios años, abriendo solamente para las obras teatrales veraniegas, y lo mismo sucede con el teatro Güemes (sala inconveniente por zona y "comodidades"), que igualmente funciona durante una mayor parte del año, mientras que el aula de Derecho alojó durante algunos años un espacio INCAA con resultados pobrísimos, para dejar de proyectar películas hace un tiempo largo.

El problema no reside en las salas que no están. Las que se usan todos los años dan justo con la cantidad de películas que el festival abarca, pero las condiciones de exhibición repiten a cada edición los mismos baches: el proyector del Auditorium deja en banda a películas de las competencias y funciones en fílmico que agotan más de mil entradas, las Ambassador 3 y 4 se invaden mutuamente con el sonido de las películas que pasan, y las salas del Paseo y el Ambassador 2 (la del diseño en herradura donde se puede estar incómodo sentándose en cualquier butaca) se suelen ver sobrepasadas de gente cuando se les asignan funciones de alta relevancia festivalera. Otros problemas determinados de imagen y sonido afectan a cualquiera de las salas en momentos aleatorios: los complejos de Mar del Plata sufren durante el todo del año a operadores complicados tanto por la desaparición progresiva del fílmico como por las novedades que trae el digital. Para recursos humanos, igualmente, el siguiente ítem.

Staff: voy a plantear tres posibles mejoras desde la completa ignorancia de situaciones de trabajo, jerarquías y vías de concreción (incluso de saber si lo propuesto está de hecho funcionando): la inclusión de un puesto que le quite a los programadores la tarea de gestionar cada copia o invitado necesarios para la presentación de una sección o película, permitiendo así que las selecciones vayan amoldándose con mayor tiempo y comodidad; una coordinación técnica equipada para resolver cualquier cuestión surgida en la proyección de cualquier sala del festival, y direcciones en cada departamento que puedan capacitar adecuadamente a los voluntarios que tendrán que lidiar con los típicos contratiempos, público y divos de un festival. Es harto sabido que igualmente ninguna utopía de personal llegaría a prevenir todos los problemas que pueden surgir.

Actividades paralelas: más allá de las charlas y presentaciones de libros hay proyecciones, exposiciones y otros eventos que crecen, decrecen o merman casi aleatoriamente año a año (mencionamos al principio que el mercado se mudó a Capital), muchas veces sin ser merecidamente difundidos, y quizá debido a eso. Programa País organiza mesas interesantes y trae a muchos estudiantes de cine y gente metida en el fomento del cine en el interior a analizar las condiciones de la cultura cinematográfica argentina, de lo cual prácticamente nada termina al alcance del público (bajen el video resumen que se ofrece al final de ese link si no me creen); el Encuentro de Comunicación Audiovisual palpitó algunos aspectos que la Ley de Medios viene a cambiar, con un grado de injerencia en la semana festivalera que quiero discutir en el siguiente ítem, mientras que este año se adjuntaron dos eventos que venían realizándose en la ciudad pero lejos de noviembre: el concurso de filmación express Cinexperiencia y la maratón de 24 horas de cine nacional en la sala Melany, una idea que prende increíblemente bien todos los años para una ciudad bastante traicionera hacia su supuesta tradición cinéfila (para hablarlo en otro momento). Se enfilaron unos cines móviles relucientes en la rambla de la Bristol, que no sé si fueron usados este año o simplemente presentados en el marco del ECA. Durante el invierno y desde hace algunos años, el festival presenta algunas películas de la última edición en muestras itinerantes por algunas ciudades que vaya a saber uno si proyectan algo comercial por el resto del año (en este sentido el BAFICI se dispersa siempre por ciudades más grandes, movida menos federal pero más práctica), y organiza un ciclo de películas nacionales como previa en Mar del Plata, semanalmente en el teatro Colón. Son muchas cosas aprovechables de las que siempre cuesta enterarse.

Presencia oficial: cuando se corría la bola de que el INCAA pensaba en algo parecido a desprenderse del festival, se me ocurrió levantar el índice y plantear que ningún gasto podía ser en vano si el gobierno lo aprovechaba como vehículo para hablar de la ley de medios, los canales de tele que iban a llegar o los proyectos del Instituto. Si me escucharon a mí, yo no hablaba demasiado en serio: por lo menos no para que esos anuncios llegaran a opacar los tópicos más festivaleros en la presentación que se hizo este año en la Manzana de las Luces, o menos para que el festival se politice al punto de seguir descuidando los aspectos logísticos básicos en la sala de prensa o la cabina de proyección, mientras la plata que podría solucionarlos se gastó en habitaciones de hotel para camarógrafos de canal 7, o asistentes inertes al Encuentro de Comunicación Audiovisual. La imagen naif que se me venía a la mente era la de un stand del INCAA, la Afsca y la TV pública en el Auditorium, que sirviera de puesto de información para realizadores, productores y público en general sobre las herramientas a disposición hace 5 años, hoy mismo y post-7D. Contra la realización del ECA en pleno festival tengo simplemente una cuestión pragmática: es un evento que Cristina mediante pisó mucho más fuerte, y podía hacerse en cualquier otro lado y momento del año, llevando tanta o más cantidad de gente (varias charlas interesantes en aspectos de la Ley de Medios que quedan detrás del tema Clarín superpuestas en la ya cargada agenda del festival) y sin necesidad de coparle tanto la parada.

Promoción y despliegue: las ediciones 2011 y 2012 terminaron con años -provenientes de gestiones anteriores- de poca, mala y tardía publicidad del festival, que llegaron a levantar voces sobre la falta de público no especializado en las salas, justamente en el evento emblema de los jubilados en el Auditorium. El paso de marzo a noviembre -desde 2008- pareció afectar la presencia otrora clásica de los mayores de 50 (discusiones sobre moral en plena proyección de películas más o menos vanguardistas), y si bien se debió principalmente a buscar una mayor comodidad en el reparto de películas con el BAFICI, y cayendo cada año en los períodos cruciales para estudiantes de entregas y finales, logró una distribución más equitativa de distintos grupos acordes a la onda de cada sección. La publicidad estática supo de fiascos en varias ediciones y desde hace dos años aparece por muchos rincones recónditos de Mar del Plata, mientras que la televisiva acompañó los entretiempos de muchos partidos de fútbol. Otro día discutiremos cuánta gente fue a ver Vida en sombras o alguna película del foco coreano influenciada por una publicidad con Fierita o Agustín Pichot.

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