LCD Soundsystem en Groove, Buenos Aires (23/02/11)


Doce días representan un plazo demasiado largo para escribir sobre un recital, pero dos horas después de haber salido de Groove yo estaba en un micro volviendo a Mar del Plata, para terminar de preparar tres finales. El tiempo que dejé pasar me sirvió para poder neutralizar las emociones surgidas por haber visto a una de las principales bandas en mi vida, recordar virtudes y defectos del show y retomar algunas ideas que esbocé cuando escribí algo sobre el recital de MGMT.

Recuerdo haber sugerido que un recital gratuito en una playa no era el mejor ámbito en el cual recibir a una banda de afuera; hay un mensaje que la banda expresa a través de sus canciones, y un momento determinado en el que lo expresa, y en el clima veraniego del público al paso todo esto se disuelve, la banda termina torciendo el curso del show para conformar al sponsor y tanto el fanático como el curioso se sienten medio satisfechos. Groove, como un local cerrado, le permitió a LCD Soundsystem comenzar a transitar la recta final de su existencia en el escenario, tocar las canciones con el oficio y la sutileza usuales pero con la certeza de que se está terminando una parte muy importante de sus vidas. La actitud más bien rígida de James Murphy como líder hubiera sido un problema en un show gratuito. Que no se tome esto como un argumento restrictivo: sólo me parece que es un detalle que le da una cara completamente distinta a un show que, como en este caso, es muy posible que no veamos nunca más.

Fue un recital muy propio de LCD Soundsystem, con sobriedad para corregir los varios problemas de monitores que manifestaron Murphy y Pat Mahoney, errores que derivan del simple acto de tener que tocar en vivo esos chorizos de ocho minutos, y a mitad de camino entre la lista de canciones habitual y las que rara vez se tocaban y seguramente estén para las despedidas en New York. El factor que justificó lo dicho en el párrafo anterior fue el fervor continuo en la gente, normal para la media de recitales argentinos con cierta cuota de ruido, pero realmente impensable frente a esta banda. Hay altas chances de que esté completamente equivocado, pero creo que se trató de la primera noche en la que dos o tres generaciones escucharon en un escenario toda la música con la que crecieron. El año pasado dediqué un mes entero en la radio a conectar a LCD Soundsystem con sus influencias: es un proyecto que surgió, se desarrolló y ahora termina basado en la melomanía y el estado de ánimo de Murphy. Sus reminiscencias están en la letra de Losing My Edge, en todos los recuerdos sonoros que disparan sus discos y en su formación en vivo, alla Talking Heads circa Remain In Light. Lo que sucedió en Groove fue la primera experiencia ricotera para un público que seguramente prefiere a Soda Stereo, y haber repetido el coro de un tema durante cuatro minutos para pedirle un bis a una banda neoyorquina quizá haya sido nuestro propio, pequeño y humilde 17 de octubre.

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