#26MDQFest: diario (2)


 
El festival está teniendo una crecida increíble de público, y a la vez constantes dolores de cabeza con algunos aspectos organizativos. Es la mejor edición que recuerde desde la de 2008 (aunque aquella incluyó descubrimientos amorosos, y otras pelotudeces personales), y en la que más densidad de público por sala percibo, teniendo en cuenta que asisto al evento desde 2005, cuando vendía mis jueguitos de Sega para poder comprarme entradas. Las mejoras evidentes, que pasaré a describir y reconocer en sucesivos párrafos, serán minimizadas por el periodista que todavía tenga problemas para conseguir la acreditación que pidió debidamente, y completamente ignoradas por el espectador más novato que sufra una de las numerosas interrupciones y retrasos en las funciones, especialmente las que implican la proyección de una copia considerablemente antigua. El director de La H, Nicanor Loreti, se quejó anoche del mal sonido que la sala Ambassador 3 le daba a su documental, pidiendo innecesariamente a la platea metalera que no destruya la sala por tal motivo. El problema era imperceptible y los fanáticos de Hermética vivieron la función como chicos en un continuado de alguna sala grande que no existe más, pero esa no es la única cuestión respecto a Loreti que trataremos hoy.

La H es un documental de formato vergonzosamente televisivo, que entre tipografías rockeras, montajes manipuladores y transiciones de video de fiesta de 15 se traga la historia del fenómeno más grande del Heavy nacional al estómago donde conviven el típico documental enlatado de Muchmusic, la oxidada imagen rebelde de la Rock & Pop y el criterio periodístico del Sí!. En algo más de una hora La H desarrolla como puede la inserción contracultural del metal nacional en el menemismo, el ascenso meteórico de la banda (entre testimonios con muy buenas anécdotas, reconozcamos) y su disolución, ante la cual el documental, quizá hasta sin intención, termina señalando a Iorio como el culpable mayoritario. Dada su posible responsabilidad en el hecho (la que, según las acertadas intervenciones del Ruso Verea, es cuestión propia de Iorio y el resto de la banda), y más allá de la dimensión extravagante que tomó su personaje, Iorio sale limpio al no haber prestado su testimonio. Fue el único miembro que siguió una senda artísticamente considerable, que no acudió a las discográficas para editar material vergonzoso y que no prestó su versión de los hechos para un documental al que la remera de Locuras le queda demasiado grande.

Así como los metaleros agotaron la función de ayer de La H (en la que también se vieron chicas en calza y una nena con remera de Hello Kitty, según les juro), pisteros de antaño iban con camperas del ACA a ver La Caracas, y así sucesivamente. Hay una concurrencia inusualmente buena para los días de semana, o funciones posteriores al mediodía, y un caos notablemente menor en colas de boleterías y de entrada a las salas. Vaya mi reconocimiento a la venta anticipada de boletos: si bien me parece algo peligrosa una disponibilidad tan anticipada cuando lejos están de sobrar las localidades, y cuando debería darse prioridad al cliente marplatense, en cantidad de puestos físicos de venta habilitados (por unos días, y previamente a la apertura de boleterías en los cines, Buenos Aires contaba con 7 puestos más que Mar del Plata), me vino de maravillas no tener que hacer cola para adquirir las entradas el mismo día de cada función.

Sólo conocía Offside, entre la filmografía de Panahi, y la vi cuando se estrenó en el festival, hace unos 4 años y cuando mi capacidad de análisis era aún menor que la actual. This Is Not a Film rompió cualquier esquema que hubiera podido armar de esa mala experiencia anterior (Offside me había parecido algo manipuladora, corriendo detrás de la problemática presente y haciendo justicia, pero sin el estilo necesario para trascender a la denuncia). La frescura y espontaneidad -planeadas o no- que definen a This Is Not a Film, y el buen humor de Panahi durante la mayor parte de la película, la alejan de ser un manifiesto burdo que le hubiera jugado en contra artísticamente (suponiendo desde ya que en lo jurídico no caerá bien en el gobierno iraní que un preso ande haciendo y exportando películas a escondidas, y refregándoles en la jeta su triunfo). This Is Not a Film sí es un film, y si uno lo mira con la frialdad necesaria para separar el momento que atraviesa Panahi de la calidad de lo que produjo, no sólo estará encarando a la película de la manera correcta, sino que además estará en sintonía con la intención de Panahi, y va a pasar un gran rato viendo a semejante figura charlando con el portero del edificio, en el marco de un conflicto político terrible y mientras se hace peligroso andar con una cámara por la calle.

No sé cómo sentirme respecto a los satélites del festival. Por ahora, como estudiante universitario y pasante en un laburo no dispongo del tiempo suficiente para ver todas las películas que quisiera, como tampoco para asistir a las fiestas y disfrutar los privilegios externos al festival que la acreditación de prensa me otorga. Obviamente quisiera aprovechar mucho más la experiencia festivalera, y lo haré en las ediciones que me encuentren más libre, pero en el marco de un aporte presupuestario que no es el ideal, ¿son útiles o al menos satisfactorias ideas como las series de los lobos Tony y Quique y el diario de De Caro? ¿Se estarán viendo mucho? ¿Hay tiempo para verlas en medio del trajín festivalero? No son ideas que rechace de plano, y a fin de cuentas significan difusión y promoción del festival, pero quizá podrían implementarse en maneras más convenientes (como previamente a las funciones, con mejores guiones o puntos de partida), para que no queden tan perdidas y terminen siendo un gasto inútil. Que tampoco digo que es injustificable, ni deben implicar un gran costo. Entre los invitados al festival, ¿todos pueden devolver la cortesía con aportes periodísticos, o de actividades para el público?

Con la escasez de tiempo se reducen las funciones, y mi obsesión en esta edición apunta a la retrospectiva de Rodolfo Kuhn, cuya Ufa con el sexo me dejó la mandíbula por el piso en la edición pasada, y cuya Los jóvenes viejos me inspiró una mixtape este verano. Lamentablemente, no se están proyectando los dos cortos prometidos en la sección, Contracampo y Luz, cámara, acción. Vi Pajarito Gómez (una vida feliz), agridulce mockumentary que Buñuel pudo haber filmado sobre Cecilio, el enemigo anticomunista de Bombita Rodríguez.

(Reseñas en directo por Facebook y Twitter

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