#26MDQFest: diario (3)



Creo que no he asistido a más de 20 funciones. La vorágine de ocupaciones en las que me enredé la semana pasada me sacó tres días enteros del clima del festival, y llegó a su cumbre el viernes, cuando a la mañana fui a la pasantía que estoy haciendo en un hotel, después del mediodía estuve por gran parte de la costa dando una visita guiada a un curso de escuela secundaria, como un trabajo para la universidad, inmediatamente después asistí a la mesa de programadores de festivales que se realizó en el teatro Auditorium y finalmente, y bajo lluvia torrencial, volví a casa a terminar un trabajo práctico. Creo que salió todo bien, y el sábado pude volver a los cines con el orgullo por las nubes y las ojeras por el suelo.

En su presentación previa Dante describió mejor que nadie la experiencia de ver The Movie Orgy, como una especie de zapping en el que dejamos y retomamos distintas programaciones según nos estén interesando más o menos. ¡Y no es mucho más que eso! Si van al MALBA a verla se encontrarán siguiendo varias películas sci-fi de los '50 y '60, mezcladas con publicidades, clips musicales, buenísimos montajes entre películas y varias rarezas muy entretenidas. Hacia su última hora se dedica a cerrar con cierta prisa las historias de las películas que elige recorrer, dejando de lado clips más cortos en el medio y haciéndose algo más pesada, pero de ninguna manera deja de ser divertidísima, ni sus 4 horas de duración dejan de pasar realmente rápido.

En la mesa sobre programación de festivales a la que asistí el viernes, disertantes (Marcelo Alderete, Roger Alan Koza, Gonzalo Maza y Anne Delseth) y público nos fuimos llevando hasta la conclusión de que Mar del Plata debería elegir una senda cinematográfica por la que conducirse en materia de programación, pero que las deficiencias generales en la distribución y exhibición de películas alternativas en Argentina condicionan al festival a tener que proyectar películas que de otra manera no llegarían a ningún cine del país. Ejemplo propuesto por Alderete y compartido por todos: uno ni siquiera quiere intentarlo con Melancholia de von Trier, y en mi caso no me afectaría en nada que no la programen, pero siendo un director ya muy reconocido en el circuito cinéfilo, y sin chances de que tenga un estreno comercial duradero, el festival simplemente tiene que pasarla. En ese instante fue que Maza delineó una idea que quiero subrayar: la mix también es un camino.

Esta idea puede aplicarse a Mar del Plata en el sentido de que éste siempre ha sido un festival demográficamente amplio, que una vez alejado de marzo (el principal mes en lo que respecta a turismo de jubilados), y gracias a la acción del Programa País, comenzó a recibir una mayor cantidad de estudiantes de cine, pero que siempre tuvo público, por dar dos ejemplos distantes entre sí, para la nueva de Albert Serra y la retrospectiva de Favio. Pero insisto en la idea de que más allá de ese aspecto del público que es real, la mix no es tanto un camino para el festival como una obligación. La diferencia en la cantidad de estrenos comerciales que existe entre Capital Federal y Mar del Plata (5 horas de distancia) es enorme, el espacio INCAA en la ciudad se levantó hace dos años y de manera muy aislada e irregular surgen ciclos que pasan películas contemporáneas. El último emprendimiento con una afluencia considerable de gente fue el de la proyección en fílmico de muchas películas que habían pasado por festivales, en el teatro Auditorium, como un ciclo de Cine Arte y con fechas de exhibición que apenas antecedían al estreno en video de los films, mientras que en 2008 el BAFICI itinerante vino por única vez a la ciudad, proyectando cosas como Historias Extraordinarias, que jamás se volvieron a ver por acá, y el ciclo de Nuevo Cine Argentino del staff de Fancinema, que venía a llenar el vacío que había dejado el Espacio INCAA, debió cancelarse porque la sala del Auditorium que utilizaba ya no puede expedir boletos del INCAA. Mientras no mejore integralmente la situación de exhibiciones en el interior, durante todo el año, el cinéfilo seguirá de golondrina hacia los dos festivales, si bien el Programa País, INCAA TV y BAFICI y Mar del Plata itinerantes están logrando lo que se proponen. Lo fundamental a tener en cuenta en estas acciones es que sus resultados pueden tomarse muchísimo tiempo para aparecer, y que en ese sentido la falta de solvencia no puede ser causal de dar de baja estas ideas, o dejarlas a medio camino. De hecho, la constancia de un equipo de programación firme en el festival local desde 2009 empezó a rendir frutos en una selección identificable con Mar del Plata, y un éxito notable en la venta de entradas de esta edición.

El festival es ecléctico y federal, y no estaría nada mal que algún día decida seguir una línea cinematográfica que lo distinga, en desmedro de una retrospectiva o de traer un estreno (soy detractor de una mirada excesivamente antropológica del festival a la hora de armar algunas de las secciones de cine contemporáneo). Pero cualquier omisión que decida cometer se va a transformar en un defecto de la selección, mientras tenga que seguir compensando la gran sequía de cine que se vive el resto del año.

75 habitantes, 20 casas, 300 vacas debió colarse en la sección Estados Alterados para poder proyectarse en el festival, cuando tranquilamente podía competir -y ganar- la competencia argentina. La película nacional más estimulante para los sentidos de los últimos años, quizá desde las escenas en pileta de Agua y el recorrido litoraleño de Los Muertos, pero de una manera mucho más integral y regular a lo largo de toda su duración, es un paseo muy sobrio y efectivo por la infancia del pintor Nicolás Rubió y sus obras al respecto, en el cual uno puede conseguir la información necesaria sobre el artista y su vida sin tener que atravesar ni una sola entrevista de cámara a 45º, observando en el proceso sus pinturas con un gran detalle, y con tremendos efectos sonoros y visuales sobre los óleos que lo transportan a uno no sólo al taller de Rubió en Buenos Aires, sino también al pueblito francés donde transcurren las historias que cuenta en off.

Por lo pronto, esta edición me pareció la mejor desde 2008. El gran valor cinematográfico de las retrospectivas (además de las mencionadas en estas crónicas, he visto dos películas de Luis García Berlanga, en copias maravillosas) junto con la cantidad increíble de gente que fue a verlas, son las dos muestras que elijo para decretar que el festival está empezando a lograr sus pequeños triunfos, como para comenzar a olvidarse del resquemor por su continuación a cada año y empezar a soñar con un monstruo cinematográfico que año tras año se alimente y llegue, a su manera, a la altura que ostenta el BAFICI. Mientras tanto hay que apretar las clavijas para impedir que se produzcan los pequeños problemas de organización que los afectados agrandan con justa razón, dejar de reducir la cantidad de películas de una vez por todas y sencillamente (pero cómo cuesta) terminar de imponer los movimientos acertados de esta edición. Tengo grabada la charla de programadores que mencioné, y es posible que la suba en versión escrita, cuando consiga tiempo.

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