50 discos de 2011: puesto 7




Robag Wruhme - Thora Vukk. Como con todo género o subgénero establecido en bases sonoras sólidas y definidas, y surgido previamente a muchas de las corrientes musicales actuales, me resulta imposible escribir con total conocimiento de causa sobre la House. Aprendí a disfrutarla un poco a los bifes, intrigado por conocer el encanto de Alcachofa, cuando Resident Advisor lo elegía como disco de la década ignorando a discos y artistas mucho más involucrados en la causa de lo que el indie contiene en su cerco. Es una especie de visión universal precolombina que me afectó hasta darme cuenta de que sitios como Resident Advisor operan sobre un cosmos amplio pero mucho más definido que el de sitios como Pitchfork, si bien en estos últimos años ambas publicaciones compartieron la cobertura y preferencia de muchos estilos y artistas, muestra involuntaria del amplio movimiento de la artesanía musical al terreno electrónico.

La música electrónica es un barrio aparte, donde figuras de cierta reputación para un público mayormente anclado en el Rock y el Pop pueden tener una imagen completamente distinta. Como a los metaleros ortodoxos puede parecerles -de hecho les pareció- una blasfemia el acercamiento al Death Metal de Liturgy, muy celebrados por un público menos experto en el tema, en mi postura turística sobre la música electrónica tardé en asimilar positivamente la actitud relajada y rítmicamente flatulenta de Ricardo Villalobos, eminencia en lo que respecta a cantidad de estilos que desde la ignorancia percibo similares, cuando aún no lograba separar a una canción de electrónica de una estructura Pop, y menos unos años atrás, cuando me regía por lo que hicieran personajes tan poco significativos para la escena como Moby y Fatboy Slim.

Si me dejan adivinar, puede que haya un problema de arranque con la música House, Techno y afines, y sea la falta de una posibilidad explícita de empatizar con las letras mínimas y las melodías que usualmente no expresan ningún tipo de sentimientos; quizá climas, momentos o frases definidas, pero rara vez un sentimiento por el cual uno no tenga que escarbar un poco al sonido. Alcachofa, que es un disco totalmente disfrutable sin una paleta de expresiones del autor a la vista, tiene muchas historias complejas y grandes detrás de sus canciones. There Is Love in You, de Four Tet, provocaba reacciones mucho más desde la calma que alcanzaban sus elementos acústicos que desde los títulos explícitos de las canciones. Thora Vukk contagia emociones sin haberse escuchado: la hermosísima tapa predispone a hablar por unos minutos de familia, despedidas, lugar de origen, lugar de destino, infancia y pasado.

Pero dos puestos atrás había hablado de trampa en ligar la música a momentos y situaciones, y de hecho Thora Vukk no arranca yendo a las costillas. Cinco tracks de pulso uniforme, levemente evocativos pero de fuerte sobriedad, suenan muy respetuosos de las estructuras genéricas y quedan claramente detrás de la segunda mitad. Lo que sucede a partir de Pnom Gobal es especial: la voz del mismo Wruhme (alias de Gabor Schablitzki), grabada en su notebook y con notas de alcohol, sobre percusiones descuajeringadas en síncopas y variedad. Melodías tarareadas por amigos, chicos arengados por lo que parece ser un animador, una práctica coral con una nena y teclados simplísimos moviéndose entre acordes y notas cercanas entre sí, como si no quisieran irse nunca del colchón que tiran en el piso. Enorme capacidad de sorprender al técnico que quiera sorprenderse por la movilización que puede provocar Schablitzki en su minimalismo, y de hacer que aquel de sensibilidad Pop desee que estas canciones acompañen los sentimientos que la noche le haga florecer. No debía decir eso.

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