50 discos de 2011: top 20 (2)


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15


The Decemberists - The King Is Dead. Cenicientas al tope de Billboard, sus movidas sonoras son menos notorias una vez instalados en el VIP del Rock mainstream, que a sus miembros homogeiniza. The King es la mejor reconstrucción de las fábulas rednecks de R.E.M. en sus discos del '85 y alrededores: historias sureñas en inglés de antaño, hechas a guitarra de pedal y con letras sin tanta intención de reflejarse actualmente, como acostumbraban los R.E.M. para quejarse de Reagan, sino más bien de establecer relatos apócrifos pero certeros de una época inspiradora, mas no vivida.

14


Beyoncé - 4. Qué irónico: no sólo es la peor tapa de la discografía de Beyoncé sino que encima es la que más carne deja ver desde la del debut, esta vez incluyendo un poquito de bombacha. Sin embargo es el testimonio confesional de una mujer madura, en su otra adultez que es la musical, renovando sus votos de amor eterno a una pareja récord para sendas estrellas del R&B y el Hip-Hop (por duración y aparente solidez de vínculo), en lo que luego se expresaría en forma de un bebé por nacer. Si todo es una vida armada por la discográfica para vender más discos al audiófilo de Wal-Mart, bienvenida la vieja escuela del Pop: de haber quitado Party y Run the World (Girls) de la lista final, nos habríamos quedado con una obra maestra de la melosidad noventosa al servicio de la voz intérprete. No me estoy diferenciando del insoportable que haya elegido a Adele en su lista contando que la artista le puede salvo en la manera en que 4 me agarró débil: el recuerdo de las visitas al hipermercado para comprar cassettes de Luis Miguel, como el Elvis vuelto a Memphis pero sin historias que ahuyenten clientes. Ojalá que esa figura no la acompañe nunca más, y nos empiece a hablar de amor desde la calza, la camisetita y el pañuelo en la cabeza. Como si fuera nuestra madre.

13


PJ Harvey - Let England Shake. Como el disco del puesto 15, Let England Shake se ubica en tiempo y espacio para hablar según sus códigos y signos, pero es imposible no pensar que sus ideas expresadas en lengua de Galípoli no quieran decir algo actual. A diferencia de muchos músicos en los Estados Unidos, Inglaterra no tenía hasta el momento una fotografía crítica de su idiosincrasia, un cimbronazo sobre la supervivencia de las ideas sociopolíticas de antaño a través de la repetición cíclica de conflictos y tragedias que elevan al patriotismo sobre un sentimiento de existencia conjunta e interdependiente: más bien consecuencias; la música de los suburbios como opio del joven indignado. El disco cae en un momento tan urgentemente penoso para Inglaterra que parece inapropiado -aunque no- llegar a la raíz del trauma europeo para desnudar los factores que lo condujeron a esta actualidad. Encapsulado atemporalmente también sirve: banda sonora para un parte de guerra; Rock épico a fuerza de autoharp.

12


Anna Calvi - Anna Calvi. El revival compulsivo propio del Indie no suele llegar a los rincones que alcanza Calvi en su debut: la voz de Piaf estirándose con la contracción intermitente en la garganta, la tensión morriconeana y los climas noir para secuencias inexistentes, las letras vocales ligadas como un instrumento más. Como Neko Case y la Americana, Calvi se acerca a lo que toca tocándolo como se toca. Hay campo para hacer discos de género, alejarse de los focos fáciles que microprocesan a las songwriters y no ser un ambiente de Starbucks o cortina de iPod sobre el escenario. Debut del año.

11

tUnE - yArDs - w h o k i l l. El pulso enérgico y el sonido cosmopolita deberían asegurarle un espacio en el menú de un videojuego de fútbol, donde suelen ubicarse temas baratos de derechos que den jovial, prendido y dinámico para que duren sonando lo que los muchachos tarden en limpiarse el aceite de los dedos y configurar el Barcelona - United. Como The ArchAndroid en 2010, w h o k i l l se llevó el mérito, a lo largo del año, de ser tan lúdico como para levantar muertos. Un casillero más Pop que Gang Gang Dance y dos más que Animal Collective, el caleidoscopio musical de Merrill Garbus es universal más allá del sonido, por lo que su potencial movilizador va más allá de hipsters con pretensiones tribales de recuperar la infancia (nunca) perdida. Es complejidad sonora transformada en hits con contenido político. La figura graciosa y adorable de Garbus suma en gran parte.

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