Helado Negro - Canta Lechuza





Desde hace algunos años la música de Roberto Carlos Lange se dirige mayormente por dos carriles que se cruzan con frecuencia: el de Epstein Y El Conjunto, proyecto electrónico de bases dillanescas que entre tracks con estructura de dona construyen pequeñas historias Pop, casi siempre melancólicas, y el de Helado Negro, donde aquellas bases parecieran perder en el beat su columna vertebral, en pos de acercarse al Folk y a los ritmos latinos que Lange hereda de sangre. De él también hay que decir que tiene muchísimos proyectos pasados, y una actividad reciente distribuida en otras ocupaciones artísticas (videos, instalaciones, bandas sonoras) que son imposibles de enumerar ordenadamente. Desde la salida de Awe Owe, en 2009, existió mi intención de acercarme a su producción de alguna manera, con una mixtape para el programa de radio que tenía en aquel momento, una entrevista o utópicamente ambas, pero no llegué a concretar tales ideas (estoy en contacto con él desde ese entonces, prometiéndole ideas en vano), y la reseña del nuevo disco de Helado Negro, del cual gentilmente me avisó por DM, me pareció una buena excusa para compensar el tiempo perdido.

Comparando a Canta Lechuza con sus dos antecedentes bajo Helado Negro, se nota que Lange pasó por una introspección musical importante, que no implica necesariamente un disco de ruptura, depresión u otros escenarios negativos del songwriter, pero sí un producto tonalmente más oscuro y lineal. Awe Owe arrancaba con el deseo amoroso/revolucionario de Venceremos, y si bien se fundía progresivamente en las letras descriptivas de lo abstracto que dominan Canta Lechuza, mantenía un dominio de instrumentación acústica sobre canciones amables al oído, fluctuando entre el Ambient y el Folklore andino, hasta el impensado y genial final de Deja, que ahora parece dar pie al clima reinante en Canta Lechuza. En el medio está Pasajero, EP personal que Lange compuso como regalo de Navidad para sus padres, que combina composiciones propias con clásicos latinos de la generación Beat y Goodbye Cruel World de Pink Floyd, todos pasados por un bellísimo filtro bastante Dream-Pop, que sin embargo no creo que mi madre toleraría demasiado.

Canta Lechuza representa el despojamiento general que atraviesa Lange, moviéndose de la vida caleidoscópica en Brooklyn a la quietud invernal en Connecticut. Al principio de Awe Owe, la letra del track inicial anunciaba movimientos como "Vamos cambiando", "Sin país, sin color" y "Vamos al frente, juntos venceremos", mientras que en Canta Lechuza las escenas son mucho más básicas, y están descriptas desde la comodidad y el descanso: hasta la aparente tensión que pinta El Oeste parece ser vista desde una posición relajada, y sin peligros. Esa soltura general afecta además a las estructuras rítmicas, menos marcadas y más dependientes de las cortinas de sintetizadores, a medida que el disco avanza. Es interesante, sin embargo, cómo Lange va encontrando distintos caminos hacia donde moverse, para un producto que en situación de menos instrumentos, invitados y géneros pudo tranquilamente haber sido más compacto y uniforme: gran virtud de encontrar variedad (de climas, temas y hasta géneros) con tan poco para grabar.

No se trata del disco más apropiado para comenzar a recorrer la obra de Lange, pero a fin de cuentas ninguno es el indicado: son todos pequeños desvíos de la obsesión sonora que el tipo persiga en el momento. La regularidad de una producción sin altibajos invita a ser recorrida desde cualquier arista, para encontrar los quiebres y las líneas que Lange emprende caprichosamente. Una gran coincidencia -o no- con la inquietud crónica que aqueja a Sufjan Stevens, una de las cabezas de la editora que lo aloja, Asthmatic Kitty Records.

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