Boiler Room cambió la forma de las cosas que prefiero escuchar



Soy un buen evangelizador en lo musical. Ustedes entran acá desde hace un tiempo o pueden revisar los archivos para saber entre qué corrientes me muevo, y si me siguen en Twitter llegan a presenciar en directo cómo se me bifurcan, quiebran y doblan las obsesiones. Pero mi irrisorio acto de magia se produce cuando el resultado de esos volantazos se exhibe ahí donde no está ninguno de ustedes para favearme, felicitarme o agitar la cabeza por complacerme.

La noche de un hotel junto al mar, vacío salvo por posibles fantasmas, puede predisponer a quienes la afrontamos a entregarnos mansos a un sonido. Que nos sirva en bandeja las ideas a poner encima de la imagen estática del puente contemporáneo, horriblemente juntado a unas réplicas balnearias de Belle Époque, que además nos impiden ver la orilla del mar al nivel de la vereda. Con mano firme para persistir en un set de celular, o quebrar la ruta reconociendo un error de lista, llegué a poner durante mi turno laboral cosas complicaditas de incorporar al oído, respetadas por las siestas de los compañeros, toleradas por otros parlantes y que en ocasiones llegaron a despertar la aprobación y hasta la curiosidad de quienes, por el azar de los horarios bajados de gerencia, contaron con varios días consecutivos para ser taladrados. Después de ese altísimo levante llegaba el momento más difícil: había que revelar el secreto. Pasar canciones compuestas por una banda o persona deja el asunto en decir "Esto es _________, hacen _______, son bastante buenos", pero de repente me vi teniendo que explicar cosas como que un dúo que se llamaba Games, pero se tuvo que cambiar el nombre a Ford & Lopatin, editó dos cassettes con canciones de los '80 lentificadas, o, con más frecuencia y dando pie al asunto principal de este post, que cierto artista fue invitado a un boliche que tiene muchas sucursales por el mundo a poner música, y que esto que sonaba fue lo que pasó. Que no sé cómo se llaman las canciones.

¿Qué ganará Boiler Room por transmitir DJ sets impensados hasta la fecha en antros de locación secreta y en fiestas efímeras con exclusiva entrada por lista? ¿Cómo llegó a expandirse por Norteamérica y Europa en un lapso menor a dos años? ¿Quién bancó todo eso? Hay una página de información generosa para responder esto, que no me interesa averiguar. Como muchas otras series, sitios y pymes al servicio del Indie, Boiler Room ya está crecido, pareciera ser barato y rentable y ofrece un ritmo de producción que sobrepasa cualquier intento de demanda abarcativa.

Boiler Room llega con su Edipo de revivir la experiencia radio-clandestina de su Inglaterra natal. Anuncia semanalmente sets de distintos artistas diseminados por sus sedes en el mundo, con horario de transmisión a la Internet. Una vez realizado el evento, días después aparece el audio grabado, posiblemente con el video capturado del streaming, y comienza la caza más o menos inútil de nombres de canciones en los comentarios. Ya no se trata simplemente de conocer el gusto de un artista, como en cualquier serie de mezclas en las que se embarcaban al pedo los blogs hace unos años, sino además de ver al artista en otra cancha, probar sus habilidades de DJ, incomodarse a distancia con las cosas que le pasan a la gente que quizá fue pensando en bailar, quizá fue sabiendo qué esperar o simplemente está en la lista y no entiende quién pincha la bandeja, o el touchpad. Según cercanía caprichosa al nicho Indie distintos blogs mencionarán la noticia del set, pero como sucede con las producciones de plataformas como Daytrotter o Yours Truly, es imposible no encontrar una cantidad de cosas a recomendar que saturarían a cualquier entusiasta. Llega el momento de decir que entren, y ya. Está pasando de todo.

¿Qué nos está pasando con los satélites de discos? ¿Cómo podemos incorporar estas grabaciones a nuestras escuchas habituales sin que terminen acaparando toda nuestra jornada audiófila? Como cuando digo e insisto con que las mixtapes gratuitas les sacan mejores ideas a los rappers que sus propios discos, estos pequeños eventos les dan un mayor campo de acción a la creatividad de los artistas, haciendo con las obras existentes -propias o ajenas- lo que quieran en pos de mostrarnos qué puede ser la música según ellos. Entre mis sets favoritos de Boiler Room están los ofrecidos por James Murphy y MF DOOM, desde distintas ciudades pero enmarcados en una especie de clínicas musicales que dispuso Red Bull, el back to back de casi dos horas que emprendieron Jamie xx y Caribou, las grabaciones más recientes a cargo de James Ferraro y A Guy Called Gerald y las de nuevo formato matutino, con Animal Collective y la dupla entre Juan Maclean y Shit Robot. Todo descargable si se saben usar Flashgot, jDownloader u otras herramientas de apropiación de streaming. Spend The Night With... GAMES y la mix de Caribou para el sitio Resident Advisor formaron parte de mis listas de mejores discos en 2010 y 2011, respectivamente.