Mar del Plata 2013 (II): nueva crítica/vieja crítica




El 24 de julio Diego Lerer publicó este post en Micropsia, que derivó en lo inmediato en esta respuesta de mi parte y una charla sobre crítica de cine organizada por la filial argentina de FIPRESCI. El mes pasado la cuestión reflotaría en una mesa del festival sobre si existe una nueva crítica, en la que participé junto a Lucía Salas y Martín Álvarez, moderados por Marcelo Alderete (audio). Esta charla llevó a Nicolás Prividera a esgrimir sus argumentos en base a lo reportado en Twitter, mientras Rodrigo Seijas salió a decir lo suyo, impulsado también por la senilidad de Jorge Carnevale, y Juanzino recordó viejas preguntas enlazadas al atletismo. En La autopista del sur revolvimos un poco más el tópico, y a la semana siguiente Prividera agregó bastante más.

Aunque reconozca que me incomoda un poco la exposición repentina de mi costado más analítico, cuando la mayoría de ustedes me conoce mejor por mis raptos cómicos en Twitter y cuando mi primer texto sobre cine desde la charla claramente no es lo mejor que hice, quiero explicar mi posición en la corriente que se me ubica sin tirar la pelota a la tribuna. Vengo jugando al periodismo y satisfaciendo otros hambres vocacionales desde los 15 años, y la mayor ventaja de esa procacidad fue siempre la desilusión temprana respecto a los mundillos que iba conociendo, especialmente el periodístico, en el que la fantasía de sobrevivir haciendo lo que me gustara en condiciones razonables se disolvía en el desencanto de conocer los pormenores de radios y revistas, haciendo esfuerzos descomunales ad honorem y sin ser al menos agradecido1. Todo esto, además de disuadirme de estudiar Comunicación (o al menos hacerlo con ideales demasiado ingenuos) forjó en mí un enfoque bastante específico sobre el ejercicio crítico y periodístico, con el ánimo necesario para encarar las ideas que me estimulan pero también la franqueza para equilibrar proyectos con el trabajo regular y otras obligaciones, dosificando la energía para mantener el rigor y la pasión por lo que emprendo. Voy conociendo mis límites y necesidades, y en algún momento decidí que mientras me mantenga en el amateurismo no pienso dejar que una vía de escape de las miserias cotidianas se termine transformando en una rutina odiosa por el hecho de cumplir con condiciones que no suelen ser apropiadamente retribuidas. Cuando descubrí que la profesionalización soñada en este oficio es imposible de lograr me pareció razonable entregar mi frecuencia de producción a la necesidad de ejercitar mi interpretación, que no es lo mismo que ponerme a escribir cuando tenga ganas (el rigor y la constancia son inherentes). Lo tomé también como un compromiso por escribir siempre hormonalmente, desviando una energía de sobra que no quiero desperdiciar en pensamientos negativos, e intentar no permitirme nunca la caída al piloto automático.

De cualquier manera, es humano preguntarse si una vocación puede convertirse en algo de qué vivir. Una de las ideas que me impulsó a escribir la respuesta al post de Lerer fue que probablemente ninguna palabra virulenta o amable vaya a cambiar mi destino profesional. Obviamente sentía genuinamente lo que dije, ¿pero por qué iba a aligerar lo que quería expresar? ¿Qué chance laboral podrá pegar mi generación  si disimula su rechazo al estado de las cosas? ¿Seguir disimulando por dos mangos en el futuro? Admiro y respeto los esfuerzos por mantener una frecuencia regular en el ejercicio crítico, y más aun los emprendimientos impresos o la intención de colar ideas frescas e interesantes en los medios tradicionales (nada me parece totalmente inviable), pero como hijo de una época dominada por los formatos digitales, y el retroceso de espacio, calidad, ética y llegada en los canales clásicos, hay muchos vicios que encuentro incomprensibles. Existe una horrenda tendencia en quienes arrancan a trabajar en medios por bancarse cualquier encargo, la gran mayoría de las veces ad honorem o debiendo invertir la plata propia, como una manera de construir un currículum para conseguir mejores trabajos en el futuro. Así, alguien que arranca con ímpetu y proyectos se termina enfrascando en asistir todas las semanas a funciones privadas de porquerías y ofrecer sus reseñas a un blog colectivo, editadas por alguien que no conoce ni aprecia y que lo trata como si le estuviera pagando. ¿Qué necesidad hay de tener un matrimonio gris con la crítica cuando estamos en la edad de los romances tórridos? ¿A quién nos cogeríamos diciendo que por ahora cubrimos los estrenos en DVD del Gaumont pero hay chances de que pronto reseñemos las películas que queremos?2 ¿Y por qué deberíamos esperar oportunidades de laburo de una generación de críticos que sucumbió al materialismo pero nos quiere dar lecciones de rebeldía periodística?

La idea, obviamente, es construir algo más allá de la comodidad del cascoteo. En unos años podremos mirar hacia atrás en el material que produjimos, y ver si realmente ventilamos una habitación encerrada o fuimos meros barderos por algunos meses. Es muy importante que sepamos ser buenos curadores de una época bastante confusa, que descuajeringó completamente las fórmulas de la crítica, en sus canales, códigos y accesibilidad. La salida más simple es la de los formatos: ya sabemos que nadie nos limita a gastar más o menos caracteres sobre una película, hacer un comentario socarrón por Twitter a la salida de una privada, publicar (perdón) un análisis estadístico de una película o escribir 10 mil caracteres sobre las motos en las películas de Campusano, si quisiéramos. La renovación más complicada de emprender es la de los argumentos en las reseñas propiamente dichas, las que necesitan más párrafos porque existen cosas que necesitan explicarse mejor. Limitar la crítica a un tweet o a un razonamiento haragán es terminar con la debacle que viene provocando la "vieja crítica", repitiendo adjetivos semana a semana y recurriendo cada vez más a las sentencias salomónicas para sacarse de encima el problema de tener que justificar sus argumentos. Las imposiciones de los medios tradicionales podrán contribuir a que un tipo que está hace 20 años en el ambiente termine acostumbrándose a una pluma inerte, pero aquellos que no debemos bancar a una familia con lo que escribimos no tenemos por qué enfrascarnos en ese modelo.

Una nueva crítica debería tener mayor autonomía respecto a las agendas de estrenos comerciales y alternativos, para que la superposición de trabajo no condene a la calidad de lo escrito; debería estar amigada con nuevas tecnologías y estéticas sin dejar de considerar que al final un argumento expresado en la extensión apropiada es el mejor argumento, tiene que romper el amiguismo corporativo del ambiente hasta que se comprenda que esto no implica llegar al puterío anónimo y personal, y tiene que incluir una mirada filosófica y de cualquier disciplina que permita exprimir más aspectos de los fotogramas. En la práctica profesional el principal obstáculo para este ideal es la obligación de reseñar varios estrenos semanales con fechas de publicación muy próximas (aunque algunas funciones privadas se anticipan bastante al estreno), pero las publicaciones digitales inexplicablemente se amoldan a los estándares impresos, por lo que una lectura superficial sale publicada sólo por garronearle visitantes a la competencia, o vaya a saber uno por qué motivo.

Con el acceso enorme a distintas corrientes, disciplinas e influencias, es una picardía que las escuelas críticas posibles de formar no se encuentren ni choquen entre sí. La crítica se las arregló para absorber la inmadurez de la discusión política argentina, derivando las discusiones en atrincheramientos típicos de un móvil de Eduardo Feinmann con un estudiante, con grupos que emprenden defensas corporativas de sus miembros y eligen la tranquilidad de moverse entre amigos a encarar debates (que deberían mejorar para evitar caer tan rápido en los resentimientos y pases de factura, pero que no van a crecer evitándose). En cambio, el enfoque político y organizativo sobre el cine suele consistir en apreciaciones personales sin investigación previa: el mejor ejemplo son las coberturas que pretenden sentenciar el estado de un festival, una industria o una cinematografía basándose exclusivamente en el pequeño espectro personal del crítico, que sin acceder a un poco de información ajena o calificada declara el fracaso de la programación de un festival sólo porque se cruzó con malas películas. Reducir el espacio de acción a la calificación de películas es inadmisible: los avatares políticos, comerciales y culturales alrededor del cine condicionan lo que podemos ver en un festival, o el mismo circuito comercial.

Lo más importante que tenemos en este momento es la posibilidad de reescribir o instaurar por primera vez las nociones sobre lo que estamos viendo. Deleuze, Hithcock o Eisenstein no tenían idea de que hoy estaríamos viendo las películas que se nos cantan en una laptop, que la Red está cada vez más cerca de la calidad del fílmico o que una hipster histérica puede jugar al montaje analítico en Vine. La vieja crítica se acomoda al nuevo panorama como puede, intentando amoldar los cambios a sus necesidades laborales y vedetismos de crendencial. A nosotros no nos apura nadie.


1: esto no fue una constante y de hecho tuve mayormente experiencias muy positivas; no quiero hablar desde el resentimiento.

2: sin intención de desmerecer a ninguna película u origen, sólo ejemplificando el arranque que experimentan los nuevos miembros en algunos medios. Y no estoy metido en esto por el levante, claramente.

Mar del Plata 2013 (I)



El asunto nueva critica/vieja crítica necesita otro post para ser descripto y comentado apropiadamente. Estas son las películas vistas durante el festival, y otros asuntos laterales a la discusión en progreso.

Con todos los errores que le hemos marcado, al menos reconozcamos que Mar del Plata nos dio a todos algo distinto de qué quejarnos durante nueve días. Distintos aspectos de esta edición y otras cuestiones que se exacerban en la exposición de los festivales despertaron varios textos de naturaleza casi catártica. A esta altura el mero esfuerzo de responder a la estupidez de Carnevale resulta inútil: además de la imposibilidad de airear el pensamiento de una mente arcaica, no parece muy probable que una columna reaccionaria publicada en una revista de Clarín pueda causar algún daño a un evento cultural bajo gestión kirchnerista. El festival tiene las virtudes por las que viene sobreviviendo a varios años consecutivos de malas decisiones, y los defectos crónicos que a cada edición retrasan el comienzo de una proyección, o exponen mayores papelones de organización provocados por la persistencia de egos exagerados. No es cuestión de que venga a la ciudad el Truffaut de 2013, o que el narcotráfico retroceda en la Argentina.

La primera polémica atendible fue una conferencia de prensa demasiado exclusiva para anunciar las principales novedades de la programación. El mismo reclamo al respecto incluyó o escondió distintas razones según quién lo expresaba, pero sigue siendo un misterio el motivo de ganarse el repudio de la prensa al pedo, entregando una información que no es la fórmula de la Coca-Cola a un puñado de periodistas, que perderán la primicia en el instante que cualquier blogger copie y pegue la gacetilla en su medio. Hay muchas maneras prácticas de difundir esta información horizontalmente, ganar en transparencia y evitar suspicacias.



La vedette del festival fue el lote de novedades asiáticas, pero esta edición tuvo una carga retrospectiva de cine nacional que en la diversidad de períodos abarcados permitía que uno se armara una cronología propia, entre directores pioneros, rarezas y minutas de la época dorada y algo de cine militante. Hubo dos factores inéditos conjugados detrás de esa parte de la programación: la intervención del INCAA en los procesos de restauración y/o adquisición del material (casi que llega a justificar la línea política que viene incluida cada año con el evento), y un acompañamiento estético de la producción, con los episodios de noticieros estatales dedicados a las primeras ediciones del festival, y la muestra -con postales de recuerdo- de fotos de archivo de viejas estrellas del cine nacional.

La calidad de lo que podía verse en las retrospectivas de Cinepa, Jorge Cedrón, los superochistas y las películas entregadas por Turner era pareja y notable, sin necesidad de curiosidad antropológica o histórica para acercarse. Por los senderos del Libertador, de Cedrón, es un compendio de herejías cinematográficas que, pensadas actualmente, parecen anunciar su posterior paso a la clandestinidad. Entre planos extendidos sobre detalles arquitectónicos, números musicales y juegos de montaje y sonido sobre imágenes robadas de El Santo de la espada de Torre Nilsson, resulta increíble concebir que Cedrón haya entregado un producto tan riesgoso en lo estético e ideológico como respuesta a un encargo, además utilizando el dinero recaudado para la realización de Operación Masacre. Un pronunciamiento muy fuerte en lo cinematográfico como en lo político, que justifica la restauración en la habilidad para filmar las ciudades y sitios particulares en los pasos de San Martín por Europa y África: todo se ve abandonado y avejentado, como si nadie hubiera tocado nada desde la presencia del prócer, y los efectos de sonido junto al material robado a Torre Nilsson suplantan en un efecto lírico cualquier necesidad de representación más explícita de los combates. Además de una idea muy arriesgada y vanguardista para 1971, es un documental político de muchísima calidad para el estándar nacional en el género. Al parecer, todas las copias de la retrospectiva de Cedrón incluyen detalles técnicos del proceso de restauración, luego de los créditos originales, y se esperan futuras proyecciones en Buenos Aires o por televisión.

Cine Argentino Siempre juntó 18 películas del lote que Turner cedió al Estado, o particularmente a la filmoteca de existencia sancionada pero aún no concretada. Lo presentado en el festival atravesó procesos de restauración previos a la exhibición, y se trató de un bloque heterogéneo, entre éxitos de taquilla, algunos logros menores y películas de influencia creciente en el tiempo. Mi trabajo "regular" y el consecuente cansancio me impidieron llegar a ver la cantidad de películas que me interesaban de la sección (todas y cada una), pero logré asistir a tres. Los árboles mueren de pie tuvo al menos una función llena de chicos de secundario, probablemente obligados por alguna profesora entusiasta: ninguna de las que yo tuve me instó a ver la obra o leer el guión, así que llegué al cine desde la total ignorancia. Me pareció una comedia potente y compacta que, como los personajes en su propia farsa, decide dejar las gracias de lado y conformarse con la felicidad lograda en el simulacro. El hermoso Brummel sorprendió a Fernando Martín Peña, que se declaró incrédulo durante las primeras risas que provocó la comedia de Saraceni, pero la película es una recreación de Gran Bretaña durante la Regencia que le permite a Fidel Pintos el argentinismo de la sanata sin correrse de la ambientación histórica, y sin la necesidad propia de las comedias nacionales actuales de romper la cuarta pared para entablar la informalidad cómplice con el espectador. Sección desaparecidos es un buen intento noir truncado por cambios abruptos de registro y tono, aunque en algunas secuencias puede notarse que Pierre Chenal se había traído de Europa unos buenos elementos expresionistas.



Casi 60 años después, y en función única, algunos privilegiados logramos emular la experiencia de Perón en el festival. La proyección de Buenos Aires en relieve estuvo precedida por discursos formales y técnicos sobre la restauración realizada (debió reconstruirse la totalidad de un ojo para la correcta visión 3D), y un perfil de Don Napy por Paula Félix-Didier, generoso en historias de espiritismo y locura científica. La película no defrauda a la expectativa creada: experimentos con las tres dimensiones totalmente excesivos para un mediometraje de promoción turística y social, y una voz en off amable y propagandística hasta lo grosero. Es un testimonio muy simpático de la primavera peronista, pero en el camino Don Napy se pone a juguetear con la tecnología y explora posibilidades con las que muchas películas actuales siguen currando. Sin restaurar y en dos dimensiones, está disponible en dos partes por YouTube.

Se pudo recorrer parte de algunas retrospectivas internacionales: aparentemente no llegaron todas las películas anunciadas en el foco de Bardem, pero entre otras pudieron disfrutarse Nunca pasa nada y Los inocentes, que en las calderas de un pueblito español o la misma Mar del Plata desenvuelven historias de amor frustradas por los contrastes de sus protagonistas y sus contextos, además del conflicto entre caminos de vida cruzados que no buscan las mismas cosas. Jamás había visto Alemania, año cero, y tuvo el único mérito de provocarme varias dudas sobre la necesidad del acercamiento tan crudo y enardecido a las miserias humanas en el Neorrealismo (acentuado por los métodos austeros de filmación a los que empujaban las circunstancias), pensamiento que obviamente amplié a la historia del cine y cuya resolución les debo por ahora. Me quedó más que claro que no sólo se robaban bicicletas en la Europa de posguerra. La restauración de The Lodger renueva la claustrofobia de Hitchcock en un cine sin sonido, supliendo con luces, decorados, piso de vidrio, simbología mística, mínimos intertítulos y muchísimo ingenio las carencias técnicas del momento, pero arruinando completamente el cóctel con dos canciones de Pop sinfónico con letras melosas, interpretadas por voz femenina. En la función del domingo 24 no hubo música en vivo, por lo que el acto de terrorismo hollywoodense sobre la banda sonora es el que quedó grabado en la flamante versión.

Hubo tiempo para algunas contemporáneas: el colectivo Los Hijos se muerde la cola en Árboles, intentando acomodar un molde observacional y distante que funcionó en sus películas anteriores (Circo es el mejor ejemplo), a temáticas en las que es preferible detenerse y ahondar, más que tirar algunos datos puntuales para instalar la cuestión en el espectador (pueblos originarios y el conflicto territorial con la soberanía del gobierno colonizador), en planos-postales y un montaje de Vine. Our Sunhi es otro simpático ensayo de Hong Sang-soo sobre cómo un pelo de c#$%&" nos tira más que cualquier otra cosa, particularmente en el mundillo cinéfilo/cinematográfico. No he leído hasta ahora menciones a cómo la estructura narrativa lleva a la incomodidad a personajes y público de la misma manera que lo hacía Oki's Movie, pero sin tener que fragmentar las historias de la chica con los distintos hombres. En este caso el conocimiento entre los tres pretendientes va hilando a los intentos de cortejo entre sí, hasta el gran final con la vergüenza de reconocer con cuán poco nos convertimos en el sexo débil. La intervención de Hong se limita a un par de zooms y dos canciones, y el mero patetismo masculino al intentar ponerla no necesita ser subrayado para causar mucha gracia.

La utilidad de un revistero es la radicalización absoluta del cruce entre cine y teatro en la escena nacional: un plano fijo de casi dos horas para dos personajes que preparan una obra de teatro. Sorprendentemente el experimento formal no condena al producto, más cuando el guión no parece exigir un despliegue mucho mayor (seguiría transcurriendo en el departamento, con más planos o cámaras), aunque las actrices repiten interjecciones o frases de continuidad en el desafío de la única toma. La película boicotea un logro considerable de humor post-Cualca resaltando muy vulgarmente las metáforas de la representación teatral que presenta en forma de mamushka (una de las protagonistas deja la escena vistiendo la misma ropa que el personaje de la obra en preparación, la canción de cierre es Tu vida es un teatro, ejecutada en el bajo por el ex de la otra protagonista...). Ganó la competencia nacional, y no logré ver otra película del certamen para justificar un poco más mi desacuerdo.




¿Cómo sigue esto? Mar del Plata nunca fue un festival demasiado apegado a la idea de continuidad, por lo que no debería sorprender que una renuncia o incorporación termine con cualquier dirección encarada. El año pasado hice un resumen de la gestión de Martínez Suárez y nada cambió demasiado: los reclamos sobre programación suelen consistir en planteos de la subjetividad individual que conciben la selección de películas como una visita al videoclub, sin tener en cuenta que la dinámica industrial perjudica a un festival aislado no sólo por la ubicación de Argentina en el mapa, sino además porque le extirparon el mercado casi al mismo tiempo en que reducían las películas exhibidas a la mitad de la cantidad usual, y desde el INCAA se planteaban dudas sobre su futuro. Un festival sin el bananismo de la industria es un hecho maravilloso, que se paga perdiendo la posibilidad de hospedar estrenos de renombre en el circuito de los clase A europeos. De ahí esa situación de "repetidora" con la que cargan Mar del Plata y el Bafici, el mejor estado posible mientras los estrenos y ciclos alternativos durante el resto del año no salgan de Capital Federal, o algunos esfuerzos privados en el interior. Con estos preámbulos planteados, insisto en que tiene que haber una mejor forma de distribuir las películas latinoamericanas que la de apilar secciones en Mar del Plata, y atomizar la repercusión que puedan tener en dos o tres funciones.

Si el festival vuelve a barajar o sigue un año más su camino, ya es tiempo de preguntarse seriamente por qué es tan poco marplatense. En lo artístico la respuesta es larga y compleja, porque a la nula incidencia local en el evento de noviembre se suma la desatención total del INCAA por la exhibición de cine nacional y alternativo durante el resto del año en la ciudad. En lo operativo la cuestión es mucho más simple y práctica: los problemas con funciones, credenciales, publicidad y hotelería siempre deberán emparcharse a cada edición, mientras las empresas y personas encargadas (en el caso ideal de que no sean reemplazadas cada unos pocos años) tengan que operar ni bien llegan a una ciudad que no pisaron desde el noviembre pasado.

H.A.T. en Mar del Plata



El crítico uruguayo Homero Alsina Thevenet vino al festival de cine de Mar del Plata en cinco oportunidades, y las coberturas fueron compiladas por Álvaro Buela, Elvio E. Gandolfo y Fernando Martín Peña en Obras Incompletas, los cuatro tomos de casi mil páginas cada uno que se presentaron en recientes y sucesivas ediciones del festival. Esas coberturas están ahora disponibles en PDF y EPUB.

Hay introducciones de los compiladores sobre el trabajo de H.A.T., y el retroceso en calidad y espacio que vienen sufriendo este tipo de coberturas en los medios impresos. Sólo puedo agregar que lo que están por bajar es un documento genial para conocer bastantes aspectos de la industria cinematográfica argentina e internacional, sobre todo en las ediciones de principios de los '60, en las que se tratan intensamente temas como la censura, las internas institucionales y la organización misma del festival. Es esperable la mordacidad de H.A.T. a la hora de reportar los films que se proyectan, debiendo en muchas ocasiones dar un panorama de argumento y escenas puntuales a un público uruguayo que en muchos casos no llegaría a ver las películas reseñadas.

Por cuestiones de comodidad los extractos de los libros fueron tipeados y no escaneados. Pueden avisarme de cualquier error o problema de lectura con el EPUB en los comentarios.


Wiki - Adolfo Aristarain: trivia, easter eggs y recurrencias (en progreso)

No se necesita demasiado: viendo varias películas de Aristarain con un poco de atención (lo que hice durante el último BAFICI, mientras me secaba las lágrimas) se encuentran estas cosas. Es una guía en progreso y se aceptan contribuciones y correcciones.

Próximamente:

- Recopilación de "Las mujeres siempre traen problemas" (por ahora en Tiempo de revancha y La discoteca del amor, seguramente en La ley de la frontera)
- Recopilación de "La penúltima antes de dormir" [por ahora en Martín (Hache) y Un lugar en el mundo]
- Lista de actores con más participaciones en la filmografía
- Lista de nombres de personajes repetidos

TULSACO

Es la empresa minera en Tiempo de revancha


La que va a construir la represa en Un lugar en el mundo


La productora cinematográfica en Martín (Hache)


Y la inmobiliaria en Lugares comunes


CAMEOS DE ARISTARAIN

Bailando en La playa del amor


Vendedor de discos en La discoteca del amor


Kiosquero en Últimos días de la víctima


Espectador de cine en The Stranger


Vendedor de libros en Un lugar en el mundo


EL ASESINO DIFUSO

Es el título de la lista de razones para vivir que Martín le hace a Hache


Y el título tentativo de la novela que escribe Fernando Robles (Luppi) en Lugares comunes

BAFICI 2013


El primer efecto que provoca el rejunte de 473 películas podemos notarlo leyéndonos unos a otros: hay infinitos BAFICIs posibles de vivir. Procedo a hacerme cargo solamente del mío, un encuentro inesperado pero bienvenido con la parte más introspectiva de la cinefilia (algo perdida cuando el festival es en Mar del Plata, porque las chances de cruzarse conocidos crecen y en la ciudad donde se vive uno sigue con su rutina) que mutó en un viaje de egresados con algunos colegas de mi edad. Fue mi estadía más larga en la ciudad y mi primera vez lidiando en serio con las distancias, los cortes, las marchas y los colectivos. Todo en contexto de tiempos festivaleros: pasé mis últimos dos días confinado en el departamento que me hospedó, nulo el deseo de salir por un par de películas más.

La última vez que había pensado un rato en la cuestión, parecía que algunos directores argentinos habían encontrado buenos resultados en trabajar con actores del teatro under, buena química entre nociones del espacio y el discurso y las cámaras que las captaban, manejadas por gente que de no ser parte de ambos ambientes ya habían formado cofradías de artes mixtas. Lo visto en este BAFICI fue más intenso, una entrada bastante seria de la expresión corporal en la ecuación de las películas, no tan difícil de notar en las estrenadas hace apenas un año (Dioramas, por supuesto) pero imposible de ignorar en la sumatoria de ejemplos de esta edición. Las amigas, Mujer lobo y Viola hacen uso del cotoneo femenino en espacios reducidos, aunque por argumento son distintas las voracidades y las intenciones. También varían los resultados: en los dos primeros ejemplos los movimientos humanos y de cámara buscan dar con ciertos signos que sobrecargan innecesariamente de sentidos a los apetitos carnales de las chicas involucradas. Por cuestiones de guión, Viola acude a la tensión de momentos mucho más cómodos a la moral del espectador, en cuatro grandes escenas donde la ferocidad de los personajes por morfarse no pierde el estilo cuando las actrices se mueven por el living de un departamento minúsculo, ni cuando la cámara se acerca a las miradas bastante cargadas de ganas (dentro de unos párrafos, igualmente, no serán todas flores para la de Piñeiro). El caso más obvio en este apartado también es el mejor: Los posibles de Santiago Mitre se retiró tapada del festival, por películas mejores o más esperadas, por su duración y por no querer escapar demasiado de ser un espectáculo de danza y expresión con un par de perspectivas extras. Se me escapa el límite entre lo que aportó la filmación y lo que la obra traía desde sus presentaciones previas, pero Los posibles se enchastra en el imaginario suburbano  de una publicidad de Nike sin caer en sus clichés. Hay un intervalo que parece salido de 2001: odisea del espacio y que separa de manera incómoda a los dos números musicales, pero que el único momento de cine más bien "puro" no funcione no quita que las dos partes principales no sean muy disfrutables. Genial banda sonora y quichicientos trucos de cámara sobre el recorrido de los bailarines: ninguno sobra.

La controversia caprichosamente causada y resuelta respecto a la mesa de la revista Kilómetro 111 se produjo casi al mismo tiempo en que la Metropolitana avanzaba brutalmente sobre los acampantes de Sala Alberdi, a falta de mejores ideas para solucionar el conflicto de fondo o poder recuperar control del complejo. Mientras escribo esto, además, la misma situación se está viviendo con el taller del Borda. A esta altura lo más certero es notar (no es que sea muy difícil hacerlo) la total falta de cintura que hay desde el macrismo y los funcionarios en áreas culturales para lidiar con los aspectos menos cómodos de sus gestiones (otros calificativos más fuertes fueron utilizados en su momento, y en otros ámbitos). La ausencia de la mesa en el programa de actividades no es la constancia física de las desprolijidades cometidas para hacer enojar a gente sin necesidad, porque justamente no salió impresa, pero un buen ejemplo a mano es la suspensión de la charla con Hong Sang-soo, el principal invitado del festival, pobremente notificada y que de hecho causó que algunas personas fueran al Centro Cultural Recoleta a encontrarse con una actividad distinta. Eso sí, de los problemas operativos, políticos y éticos, ninguno llegó siquiera a rozar mi experiencia personal de festival. Ni siquiera el hecho de que este blog aloje al Bafileaks. Si llegó a existir un cuestionamiento o reflexión al respecto, desde quienes me otorgaron o podían denegarme la acreditación, se agradece la salida positiva, a menos que ahora mismo se estén enterando del emprendimiento paralelo.


La mudanza pareció haber molestado menos de lo esperado, aunque es cierto que me moví una sola vez hasta Caballito, sin ningún apuro, y la caminata desde Recoleta al MALBA servía de ejercicio diario. Sólo pasé 5 días yendo al Abasto, cuando había estado en la edición 2010, y no llegué a apreciar la diferencia de precios o contextos barriales. Pero puede resultar bastante embolante para el paisano marplatense quedar completamente librado a la potestad colectivera, y para el quilombo de horarios el subte era el perfecto aliado. Si Village es realmente más amistoso que Hoyts con el festival habrá que intentar achicar las distancias, incorporando salas más cercanas (¿Atlas Recoleta?) y ordenando secciones y formatos entre las sedes para no forzar a viajes incómodos en las grillas. Aunque esto último seguramente nunca no tenga solución.

Leviathan fue la película con la que arranqué mi festival, y habiendo visto cosas tan o más buenas, no llegué a cruzarme con nada parecido: es el registro crudo y bastante turbio del trabajo completamente normal en un barco pesquero. Si se proyectara en Mar del Plata su tono lúgubre podría cargar las tintas sobre los problemas crónicos de los trabajadores de la industria, pero limitándonos al perímetro del cine, Leviathan toma las imágenes de un laburo quizá un poco alienante y asqueroso, para transformarlas en escenas de una película snuff practicada sobre los pobres pececitos, que llegan a salpicar la lente con sus tripas y ojos salidos. El truco es lo directo que llega a la mesa lo filmado; el ruido es ensordecedor siempre que puede y las postales logran ser tan potentes como el olor en ese barco, que por suerte el cine no contempla. Incluso así no se priva de presentar momentos estéticamente agradables, sin vueltas: la transición del barco navegando en aguas crispadas a la ducha muy tranquila de uno de los marineros es maravillosa.

Hubo quienes cortaron la actividad festivalera para asistir por un rato a alguna de las concenctraciones por el 18A. Muchas de esas personas fueron entusiastas respecto a El Olimpo vacío, el documental con Juan José Sebreli exponiendo oralmente las objeciones de su libro a las figuras del Che, Evita, Diego y Gardel, y que contó con función privada para Mauricio Macri y otros funcionarios y figuras seguramente no muy kirchneristas. Dejamos en un costado todas las consideraciones sobre Sebreli, los cuatro íconos y los cinéfilos que fueron a la marcha o a la función exclusiva: el documental se conforma con hacer oír algunas hipérboles desde ambos lados ideológicos, ayudado por la nula intención de Sebreli, las figuras que la película elige para defender a los íconos y los personajes que aparecen en el material de archivo de relativizar alguna cuestión. Cafiero desbarranca criticando la sexualidad del protagonista, hay un montaje muy grasa entre el audio de una publicidad futbolera de Quilmes con imágenes de la dictadura y Sebreli se posiciona como un Iorio para viejos lectores de revista Sur. El Olimpo vacío se agarra de los exabruptos y las opiniones de menor sustento y así pierde cualquier chance de movilizar políticamente. Casi un contrapunto a la meseta cinematográfica de izquierda que es el documental sobre Néstor.


Loza y Fund tendrán otro buen año en lo cinematográfico. La Paz hace equilibrio perfecto entre una cabeza acomplejada y distintas maneras de vivir representadas a su alrededor, sean por clase social o necesidades personales. El reencuentro con sí mismo que tiene el personaje principal (tremendo Lisandro Rodríguez, aunque todas las actuaciones en la película lo son) no es una apuesta menor: La Paz se conecta de manera franca y concreta con emociones en ambos extremos del ánimo, una movida siempre más adjudicable a dramas del mainstream, cuando el circuito festivalero, seamos sinceros, nos acostumbra a historias donde los sentimientos están más bien dopados en un estado más neutro. Cuando puede predecirse por dónde van a anudarse y resolverse los asuntos de la película, hay que dejarse llevar y tocar por las bolas de nervios que implican serenarse de una buena vez. AB fue, por su parte, lo mejor que vi en este BAFICI. El tour que emprenden las dos chicas resulta perfecto para trazar un mundo en el pueblo donde viven (podría saberse cuál es si se empezara investigando desde las sucursales de Grido existentes), capturar los hermosos momentos de morondanga que al menos por acá hacían a una amistad en los 90, refugiarse en la espiritualidad para intentar explicar el magnetismo cósmico que es una amistad bien entendida, y apreciar a cachorritos durante casi una hora, incluyendo cachorritos en 3D en los últimos diez minutos. ¿Y saben qué lindo se siente ver una caminata en ojotas por una calle de tierra, pero en 3D?

Cuando se calmó el barullo de las decisiones más improductivas, el BAFICI pareció haberse conformado con la camaradería bastante protegida que se mantuvo en el aire. Y muchas cosas, tiene razón Seijas, quedaron sin charlarse, ni qué digo resolverse. Hace un año se rechazó injustamente a Tierra de los Padres,  antes de llegar a esta edición se despidieron programadores (y ahora viene la parte discutible) por e-mail, sucedió lo que ya mencioné con la mesa de Kilómetro 111, y una vez cerrado el evento no se dieron explicaciones muy claras de qué pueda llegar a suceder con el presupuesto, el precio de las entradas y la autarquía.

Asistimos a Viola con las descripciones previas causadas por la gira de la película por distintos festivales. ¿Shakespeare explícito e implícito? Sí. ¿Las actuaciones que no podrían ser mejores con otros actores? Están. ¿Cámara magistral, fotografía tan o más linda que las actrices? Más bien. ¿Rohmer en Palermo Brooklyn? No sé si habré leído eso en algún lado, pero lo percibí y está perfectamente ejecutado. Los trucos que se esperaban están bien ubicados y son completamente reconocibles, y por eso lamento que la película no supere la hora de duración. Esto provoca que los cruces amorosos y sexuales se reduzcan al encuentro ocasional de sus protagonistas o la voz de Viola describiendo el culebrón al final, desperdiciando la chance de que los flirteos se produzcan plenamente (esto sí pasa en la escena del levante en casa de Sabrina, y jamás pensé que me iba a calentar tanto por dos minas recitándose una escena de Shakespeare veinte veces seguidas). Las charlas más sueltas se van acumulando y casi no hay tiempo para que entre los diálogos se cuelen las miradas, los silencios y las persecuciones teatrales que se hacen estos hipsters adorables, como si fueran patrulleros y ladrones en una autopista. Es lo más parecido a ver un documental sobre animales depredadores en fast forward.


He visto más películas de las que comento en este post, y la única omisión injusta sería hacia El gran simulador de Néstor Frenkel, documental que no se achancha en salir a jugar con René Lavand adelante, y hace una -gran- película aparte con las cosas que pueden pasar en Tandil y en su casa. Los gifs que ilustran esta crónica pertenecen a películas de Adolfo Aristarain, exhibidas en una retrospectiva de altísimo efecto terapéutico para mí. Genialidad única en el cine nacional, que es aquella de personalizar inconfundiblemente una coproducción con España, un número musical puesto por encargo o un thriller demasiado fuerte para Argentina y 1981. Fue un viaje de amistad, nuevas y buenas personas, despedidas y un quilombo indescriptible de emociones, muchas descargadas en llanto viendo las películas de Aristarain.

BAFICI 2013, primeras palabras


Antes de subir el balance personal del festival, al que asistí en toda su extensión, comparto dos audios radiales en los que intervine durante la semana pasada. Con Zurita el Deejay hicimos una versión modificada de Pink Moon Radio, pasando música negra y comentando lo visto y oído en el BAFICI, y unos días después hablé por teléfono con la gente de Autopista del Sur: derecho al cine, por AM 750, para presentar el Bafileaks y discutir un poquito sobre piratería. Justo después de que termina el audio que me pasaron (¡no es que dije eso último y me levanté del móvil!) Sergio Nápoli dio sus argumentos en contra, pero obviamente todo fue en muy buenos términos.

Mi hermoso y perfecto Linux Mint



En los dos años anteriores, a la altura del Festival Latinoamericano de Instalación de Software Libre, comenté mis experiencias usando Linux. Más allá de algunas nociones técnicas básicas y comentarios sobre el ecosistema y la comunidad, el último reporte tenía un humor de mierda por culpa de los cambios repentinos en los principales entornos de escritorio, que obligaban a la migración y a aprender a manejar un entorno nuevo si se quería continuar emulando la experiencia gráfica de Windows XP con las ventajas de una distribución conocida de Linux.

La rendija de esperanza que dejaba ese reporte era respecto a los caminos que pudiera disponer Clement Lefevbre sobre las distintas versiones de su Linux Mint, lo cual no era definitivo en su momento porque las ediciones llamadas a reestablecer el orden del escritorio clásico estaban todavía en desarrollo.

Y la verdad es que cumplieron. Hace varios meses que tengo instalado Linux Mint 13 en la laptop que había comprado el verano anterior, y la experiencia de uso es similar -y mejor, por el tema de la computadora nueva- a la que gozaba en las primeras versiones de Ubuntu que conocí. Mamá usa esta máquina sin un solo problema, y desde que configuré los aspectos básicos del sistema, un rato después de instalarlo, no tengo que hacer más que dar un par de clicks a las actualizaciones automáticas que se me ofrecen. No es que la mayoría de las cosas negativas que describía el año pasado hayan cambiado demasiado, si no que simplemente (pero miren el tiempo que llevó), encontré la alternativa que esperaba.

Así que decidí adelantarme a la fecha del festival y compartir brevemente las configuraciones y adaptaciones que le hice al sistema y a los programas que más uso. Vale aclarar que lo hago sin ningún tipo de tutorial o instrucción sobre la instalación o el manejo del software que recomiende, porque llevaría un tiempo enorme explicar -mal- varios conceptos y porque si no están dispuestos a googlear con criterio y paciencia la solución a muchos problemas que les surgieran, no deberían ni pensar en probar o instalar cualquier distribución de Linux. Solamente puedo aconsejar que si van a bajar algún programa de los que mencione en un momento, lo busquen primero en el gestor de software que trae el sistema antes de conseguirlo por cualquier otra vía.

Sistema operativo: Linux Mint 13 MATE. Tiene soporte de seguridad hasta abril de 2017, y MATE está perfectamente operable. Se descarga en versión de 32 o 64 bits, según corresponda a sus máquinas (revisar bien cuál corresponde).

Escritorio y gestor de ventanas: como los ven en la foto, MATE y Caja están perfectos como vienen. Es exactamente la misma disposición de las cosas que tenía el inmejorable GNOME 2. Los retoques son estéticos: el tema es Elegant Brit, el borde de la ventana es Shiki-Colors, los íconos son Faenza* y la fuente es Free Sans. El fondo es un poco más rebuscado: una captura de pantalla justa sobre el menú del sitio de Shabazz Palaces. La barra de inicio de arriba forma con (de izquierda a derecha): botón de menú clásico, botón de mostrar escritorio, accesos directos ("lanzadores") a navegadores y carpetas, lista de ventanas, área de notificación, botón de "Forzar la salida" (para cerrar programas que se cuelguen), reloj y botón de apagado.

Navegador: Firefox. Viene con Linux Mint y se actualiza solo, revisando el gestor de actualizaciones. Mis complementos indispensables son Adblock Plus, Pocket, Tab Mix Plus, Status-4-Evar, Quickdrag, Omnibar y esta Persona con la espalda del más grande. Opera también está disponible, y si prefieren el Chrome mejor instalen Chromium, una versión algo modificada (porque el original es de código libre), totalmente confiable y mucho más popular en Linux.

Reproductores: para conseguir la simpleza de un Foobar o un Winamp está Audacious. Para conseguir la apariencia del viejo Winamp, por haberme acostumbrado a la computadora del trabajo, el camino fue un poco más largo (bajo MATE, Audacious tiene un problema con las skins). Bajar el Qmmp vía PPA (este sistema estilo RSS para que el sistema operativo se suscriba a las actualizaciones que el desarrollador disponga) y usar esta skin. Que dice "AUDACIOUS" arriba, sí, pero es lo mejor que conseguí. Después, por supuesto, está el VLC pre-instalado en Mint.

Equivalencias a Windows y otros programas útiles: LibreOffice por Microsoft Office, GIMP por Photoshop, Brasero por Nero (todos vienen pre-instalados), Nicotine por Soulseek, aMule por eMule, KolourPaint por Paint, Avidemux por VirtualDub, Audacity por Soundforge. Mi cliente de torrents favorito es qBittorrent, mi lector de PDFs es Okular, mi ripeador de música es Rubyripper, para taggear música uso el Kid3-qt, para crear DVDs con menúes uso DeVeDe. Hay versiones para Linux de Skype, Dropbox y, créanlo o no, MusicBrainz Picard. Es maravilloso.

* Los temas pueden bajarse del sitio donde los encuentren (mientras sea confiable, más vale), y el link a los íconos Faenza tiene unas instrucciones bastante sencillas para instalarlos vía terminal.