Esta reseña aparece originalmente en Rocktails, en versión levemente editada. Venía escuchando bastante el disco antes de que se me asignara reseñarlo, casi por razones terapéuticas, y Nayla permitió amablemente que publicara la versión completa por acá. El puntaje original que le di al disco fue un 9.2.
“Un tornado voló alrededor de mi
habitación antes que ustedes vinieran, disculpen el lío que hizo”.
Traducir incorrectamente la segunda persona en la frase que abre
Thinkin Bout You, como si
nos hablara a los espectadores y no a esa personita especial en
escena, puede servirnos para intentar resumir y separar de
arranque los muy divulgados sucesos que atravesaron la carrera y
vida de Frank Ocean, desde que se enamoró perdidamente de
alguien sin recibir el mismo sentimiento a cambio (algunos párrafos
más adelante veremos por qué puede importar que esa persona sea un
hombre) hasta que el año pasado, con la salida de Nostalgia,
Ultra, se distanciaba con brillo de las controversias de plástico
que sus amigos de Odd Future plantearon en vez de intentar
hacer un disco coherente. Nostalgia, Ultra, justamente, se
sumaba a ese flirteo con el profesionalismo propio de los miembros de
OFWGKTA, mientras dejaba la sensación de que había una
búsqueda sonora seriamente cautivante, una sugerencia elegante de
cuánto Frank Ocean podía subirse el listón en el
futuro.
Desde la edición de aquel álbum, y
sin certeza cronológica de los hechos, el
cantante aportó una participación al disco de Jay-Z y
Kanye West, rechazando una propuesta de producción de este
último por la voluntad de emprender una carrera con sus propias
armas; y aceptó un contrato con Def Jam pero frenó la edición de
una versión de Nostalgia, Ultra limpia de sampleos imposibles
de acordar, los cuales habían despertado reacciones disímiles entre
algunos artistas citados: Don Henley de los Eagles o la
misma Warner amenazaron con acciones judiciales para que Ocean
no tocara American Wedding en vivo, mientras que Coldplay
se lo llevó de telonero por Europa, como reconociendo el perfecto
empalme del final de Strawberry Swing.
Si Nostalgia, Ultra suponía una
tierna promesa de los viajes que podrían emprenderse cuando Ocean
tomara nuevamente el timón de su búsqueda, Channel Orange es
una confirmación avasallante. Un disco que ratifica su capacidad
para unir las distintas direcciones que el R&B, el Soul y el
Hip-Hop pueden emprender desde que sus diferencias sonoras entre
independencia y mainstream se están borrando sin demasiada
resistencia. Hay más colaboraciones musicales entre artistas
consolidados y veinteañeros recién iniciados (Ocean mismo en
Watch The Throne es un ejemplo), artistas que notoriamente
encolumnan al mainstream de la música negra en sonidos disímiles
(The xx, James Blake) y un reconocimiento creciente de
la crítica alternativa a figuras largamente establecidas en la
escena de las grandes discográficas: la cruzada de The-Dream
(nombre que asomó desde los singles más recientes de Beyoncé)
hacia el mejor sonido de Prince
posible parece ser tan bien recibida por los blogs abonados al Indie
que por los puestos en Billboard.
Por todo esto sorprende que según
muchas reseñas las influencias reconocibles en Channel Orange
se limiten a nombres de las figuras reconocibles por clásicas,
cronológicamente desde Marvin Gaye e incluyendo a Prince,
Sly Stone o Stevie Wonder. Arriesgando poco con agregar
la sensibilidad instrumental de Curtis Mayfield y artistas
derivados en blaxpoitations y corrientes conscientes del Soul, quizá
también sea justo mencionar que algunas de las marcas más concretas
del disco provengan de tiempos mucho más cercanos, incluso
corrientes: Frank Ocean encara, en algunos tramos del disco,
la misma búsqueda irreverente del clasicismo que planteó el
Neo-Soul en los '90, incurriendo también en la alteración del
formato de las canciones y los discos, entre interludios y
volantazos, de la misma manera en que lo hicieran D'Angelo en
Voodoo (2000), o Erykah Badu en New Amerykah Part
One: 4th World War (2008), mientras maduraban junto a la
corriente que constituyeron. Tener en cuenta los 24 años que lleva
Frank Ocean es pensarlo, a la vez, como el producto y el
impulsor de cambios del Soul, el Hip-Hop y el R&B recientes, y de
las conjunciones que pueden darse entre estos. Por cuestiones de
géneros musicales, naturaleza de los relatos, el formato de un disco
en tiempos de preponderancia del formato digital y canciones como
Lost, Pink Matter y
Pyramids (esta última
que parece un demo perdido de Kanye West),
es imposible pensar a Frank Ocean sin atravesar las dos últimas
décadas. El aspecto menos amigable de Channel Orange no
escapa a esta noción: las pequeñas piezas que se escuchan en tracks
como Fertilizer y End (esta última fue presentada como
fragmento de una versión limpia, llamada Voodoo)
deslizan la idea de descartes que pudieron haber
sido canciones impresionantes.
Cuando se ponen las manos estrictamente
sobre lo sucedido en Channel Orange, sin embargo, puede
hablarse de una influencia que se desentiende de otros ejemplos
contemporáneos: el periodista Nitsuh Abebe señala con buen tino cómo Frank Ocean se para
en una postura distinta a observar el hedonismo, la comodidad y el
aburrimiento que lo rodean, y de los que al menos en el estribillo de
Novacane parecía formar parte: una mirada impresionista y
casi objetiva de los excesos que matan el tiempo de los niños
mimados. Lejos de la construcción de poses o el exorcismo de lo
cometido en el VIP de la vida, Frank Ocean tiene una necesidad
mayor de sacarse de encima algunos malos recuerdos, entre los cuales
está esa noche lluviosa representada en el último track del disco:
la confesión en la camioneta, su amigo que digiere la declaración
como puede, se mete en la casa y sube las escaleras para ver a la
novia. Ese desparpajo para hablar de su corazón es lo que le permite
contar las historias propias y ajenas de este disco, jugar a cantar
como sus ídolos y brillar por sí mismo, ventilando además una
habitación encerrada como es la conciencia de la felicidad propia
para la música urbana negra, si eso implica abrirse sobre
preferencias sexuales: magistral demostración de lo alegre que puede
resultar la liberación mental en el género.
En algún tiempo debería ser injusto
caer sobre este álbum sin discriminar la historia personal que en
parte lo edifica. Hoy por hoy, su aspecto estrictamente musical
parece tan sólido que el análisis escapa inevitablemente a la
construcción de una película propia alrededor de las canciones, y
las circunstancias que las inspiraron. Lo cual no deja de ser un
mérito válido.