#26MDQFest: diario (1)



El sábado después del mediodía retiré sin problemas mi acreditación, que se me había confirmado dos días después de haberla pedido. Los únicos problemas de organización que sufrí fueron el retraso de funciones en la sala Ambassador 2, el mismo sábado, por lo que desistí de ver Los Visitantes de la Noche para no perderme funciones posteriores, y la leve demora para recibir el catálogo. Me consta que conocidos tuvieron problemas para conseguir sus acreditaciones, tanto en el proceso de inscripción como para retirarlas del centro de prensa. Una pena que desde el arranque se olviden viejos problemas pero surjan nuevos que antes no se producían, aunque todo se solucionó rápidamente.

Vikingland es un ordenamiento bastante preciso del material que el marinero Luís Lomba grabó en el ferry donde trabajó (al menos) durante los años 1993 y 1994. Las escenas se dividen según aspectos laborales, partes del barco donde ocurren las acciones, elementos del paisaje o momentos determinados, como la cena de Nochebuena. De la inocencia técnica y guionística con la que Lomba maneja su cámara, más el ingenio del montajista del material, Xurxo Chirro, surge una película sorprendentemente conectada con los universos de dos directores: el Neorrealismo relajado de Perrone para sacar lo mejor de cualquier situación, por más plana y cotidiana que sea, y un montón de planos fijos alla Benning de los empleados del ferry o los paisajes que la flota atraviesa, esto último obviamente afectado por la calidad mediocre de la cámara, pero sin dejar de transmitir la soledad que provoca tener que estar tanto tiempo flotando entre hielo danés.

No me crucé por ningún lado a Martínez Suárez, ni fui a la ceremonia de apertura para no andar enojándome por política, pero al director del festival lo vi en televisión el viernes por la noche, en una nota que grabó para un sórdido canal de cable marplatense, lo cual me refrescó la memoria sobre la muy activa y sorpredente tarea que está realizando.

Dragonslayer me dejó muy contrariado ante la vida pasada y actual del skater Josh Sandoval, y más en la forma en que la documenta y la presenta. Skreech vive entre la fama que le dio la patineta, el grupo de amigos más cercano y contenedor que sus padres y una novia capaz de dejar los estudios por salir de gira con él, y entre el bebé que cuida a sus 23 años, la constante falta de dinero y techo y una vida propia que simplemente no puede poner sobre rieles. La película muestra esta contradicción sin juzgar ni hacer apología, pero si bien no peca estéticamente, no puede evitar reminiscencias clarísimas a las formas en las que MTV retrata adolescentes embarazados, cuando en el producto final se nota que habría sido más útil ayudar en algo al pibe en cuestión que andar mostrando cómo se relaciona con sus vínculos o intenta manejar su vida con una iluminación y un montaje premeditados para resaltar las emociones. ¿Cuándo la crónica juvenil deja de ser un instrumento de identificación y pasa a ser una lisa y llana masturbación cinematográfica?

Ahora bien, ¿críticos quejándose por el hotel en el que los alojaron gratuitamente? ¿Es en serio?

Está en perfectas condiciones la copia de 16 milímetros de Las Vacaciones del Sr. Hulot, y en coma 4 la capacidad del espectador para detectar los chistes físicos y escenográficos de Tati en pantalla, más cuando no están explicados con la servidumbre guionística de la comedia nacional.

Con un completo desconocimiento de la filmografía de Alex Cox, y sin intenciones de interiorizarme antes de comenzar a explorarla, fui a ver Three Businessman esperando una comedia de enredos que llevara a los dos protagonistas por tantas partes del mundo, según lo poco que recordaba de la reseña del catálogo, y un componente buñuelesco que Cox señaló en la presentación, algo difuso pero que pude ver. Lo que terminé descubriendo es una película muy anclada en las preguntas y cuestionamientos propios del fin del siglo pasado, donde previo al Y2K, las chances que ofrecía Internet se divisaban como un apocalipsis cultural. La metáfora del final me pareció propia de -y mucho más apropiada para- un cortometraje, que además le hubiera dado a los diálogos de los empresarios una mayor concentración para los mensajes que va esparciendo a lo largo del metraje.

Más allá de las importantes conexiones genealógicas y profesionales, y su grossa trayectoria, Alice de Andrade mencionó, antes de que se proyecte Memoria cubana, que se encuentra en una instancia de tesis con el documental y la reacción del público, así que dejó unos cuestionarios a la salida de la función, que en varias preguntas recogen la opinión del espectador sobre el material de archivo presentado (los impresionantes noticieros del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos), la forma en que lo ordenó y nuestros conocimientos previos y posteriores a la película sobre la historia cubana, que si alguien quisiera tener me puede avisar para que lo escanee. Lo que le estaría diciendo es que en una extensión que apenas supera la hora el documental se las arregla para marear bastante al espectador en la visión que obtiene sobre los noticieros: se habla demasiado de la visión cinematográfica pionera del fundador del noticiero, Santiago Álvarez Román, cuando apenas uno se introdujo en el contexto revolucionario en que surgen las producciones, para después emprender un recorrido cronológico más ordenado sobre el making of de los episodios del noticiero a través de los grandes sucesos políticos y sociales que le incumbieran de alguna manera al gobierno cubano durante mediados del siglo pasado. El otro punto a favor del documental es que no escatima en mostrar los episodios del noticiero mencionados por los protagonistas, obras de un ingenio y adelantamiento visual impresionantes para bajar la línea revolucionaria, cuando personalmente esperaba encontrarme una especie de Sucesos Argentinos con acento caribeño.

Por segunda edición consecutiva la publicidad estática del festival estuvo presente en tiempo y forma, es decir, varios días antes de que se largue el evento y en varios puntos de la ciudad, más allá del centro. La respuesta de público en los primeros dos días fue impresionante.

La primera película que vi fue Beyond the Black Rainbow, intrincadísimo revival de terror, sintetizadores y estéticas de otros tiempos, que hace demasiado la plancha en la experimentación con la fotografía y parece resolver la trama cuando se acuerda de que la película tiene que terminarse.

(Reseñas en directo por Facebook y Twitter)

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