Algunas ideas sobre El Rati Horror Show



Casi al mismo tiempo que El Rati Horror Show, se filtró en Internet El Caso Carrera, un documental de 46 minutos dirigido por Piñeyro en el que la locución de Agustín Negrussi -a quien vemos en ERHS grabando varias de sus voces en off- se limita a desentrañar las fallas y omisiones de la investigación, el peritaje y la posterior condena a Carrera, sin intervención delante de las cámaras por parte de Piñeyro o Germán Cantore (las imágenes consisten en archivos televisivos, entrevistas e infografías). Hacia el final, un cartel explica que este es el video que fue presentado por Piñeyro, Adolfo Pérez Esquivel y Nora Cortiñas a los jueces y relatores de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, en calidad de amicus curiae, por el cual el tribunal le dio intervención al Procurador General Esteban Righi para dar dictamen sobre la causa. Un cartel al final de ERHS señala que Righi confirmó la sentencia a Carrera.

El Caso Carrera resulta muy útil no sólo para pasar en limpio la gran cantidad de testimonios y datos que exoneran al acusado, sino además para resaltar en qué sentidos Piñeyro logra exponer y demostrar todo lo que viene detrás de la inocencia de Carrera, y los cambios y nuevas posibilidades que implica su enfoque sobre el cine documental y de denuncia.

ERHS comienza con un montaje frenético de diez minutos a través de varios canales de televisión y sus respectivas coberturas de la Masacre de Pompeya, la sentencia y los testimonios que produjo, y también durante el asesinato de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, el hecho que define el contexto en el cual Carrera decide tomar con su auto las calles de Pompeya el día de la masacre. La sensación de vértigo e incomodidad que provocan esas imágenes son compensadas durante el resto del metraje: Piñeyro y Cantore diseminan un gran volumen de información respetando un ritmo que permite seguir y cotejar los hechos y las declaraciones, y a la vez apreciar la cadencia y el histrionismo del director durante el avance de su propia investigación. Hay datos concretos por los cuales el espectador puede reconocer la inocencia de Carrera desde las primeras escenas, pero a la hora de establecer las responsabilidades y culpas pertinentes la película desnuda las deficiencias y los entramados que afectan a la justicia, las fuerzas policiales, el periodismo y hasta al cine y su manera de concebir y retratar el disparo de un arma. 

Piñeyro reflota la ironía escénica de Día D, se despliega en tiempo y espacio para exponer sus pruebas e ideas y evita los facilismos de la televisión actual con un uso minucioso de los archivos, dando un empujón fundamental para la posibilidad de la liberación de Carrera y abriendo nuevas puertas para defender fuertemente los derechos de la comunidad, sin dejar de innovar artísticamente. La inclusión de las escenas que se desarrollan en el estudio dejan ver cómo el director ideó tanto un documental de denuncia sobre la catarata de injusticias que azotan a Carrera como también una especie de Todos los Hombres del Presidente 2.0, en la que vemos cómo dos personas con el tiempo suficiente y un enorme equipamiento técnico pueden poner la luz sobre la corrupción -y la estupidez- de las autoridades. En el tiempo del argumento inmediato, repetitivo y difamatorio, Piñeyro es sutil y paciente. Su argumento termina siendo doblemente efectivo.

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