FLISoL 2011 en Mar del Plata/Linux y yo



Fue la primera vez que asistí al Festival Latinoamericano de Instalación de Software Libre como un usuario pleno de Linux. Para la ocasión anterior venía de una experiencia fallida con una edición anterior de Ubuntu, en la cual conectarse a Speedy -es decir, con usuario y contraseña- era un trámite casi imposible. Cuatro ediciones de Ubuntu después fui con Speedy conectado (el proceso ahora toma unos pocos clicks), y con la incógnita de saber hasta qué punto las ponencias del festival se enfocarían en atraer a usuarios de otras plataformas, y hasta dónde en profundizar los conocimientos de los usuarios de Linux. Sólo pude escuchar las tres últimas exposiciones, pero creo que el tiempo se repartió de manera equilibrada entre ambas definiciones. El detalle que arruinó la ecuación fue que prácticamente no hubieron, durante el horario en el que estuve en la sede, personas interesadas en cambiar de sistema operativo entre el público, sino una gran mayoría de usuarios de Linux, que por lo que dijeron y lo que no pude entender deben ser experimentadísimos. Esto hizo que inclusive el último disertante, precavido, desviara su exposición inicial hacia una serie de lineamientos de cuáles debían ser los puntos principales en la profetización del software libre para usuarios de otras plataformas.

Este último disertante -Leonardo Tadei- también dio en el clavo con cierto mantra que deslizó hacia el final de su ponencia: la migración hacia el software libre es posible. La sensación que tuve antes como usuario de Windows se repite ahora como usuario de Ubuntu cada vez que leo y escucho los argumentos a favor de la mudanza: Linux es mejor en todo, pero en el camino hay herramientas que venían listas para usar en el otro sistema operativo, y que hay que buscar, descargar, emular o incluso armar para poder tenerlas a mano en la distribución de Linux a la que nos pasemos. Hay que tener en cuenta estas circunstancias a la hora de convencer a cualquier persona de hacer semejante cambio en su rutina (cosa que yo hice no sin antes pasarme todo lo que tenía en la máquina a un disco rígido externo).

Magalí Sol Salinas

El festival contó con un espacio aparte, en el que haciendo caso al nombre quien quisiera podía llevar su máquina para que se le instale algún sistema operativo libre o programas libres dentro del sistema privativo. Allí mismo hubo, para el cierre de la jornada, un trío haciendo unos tracks instrumentales del estilo de M83, y usando solamente software libre para eso. También estuvo esa oferta gastronómica tan simpática (regalaban la receta de la torta, en serio), y una mesa de merchandising de la que me llevé unos stickers y dos pins. Se vendían las remeras del Grupo de Usuarios de Software Libre de Buenos Aires Central, que tendenciosamente venían con el logo de la distribución Debian en el frente.

Después de un mes de ajustes, descargas, consultas y algunos dolores de cabeza, Ubuntu 10.10 es, en mi computadora, la versión de Windows a la que nunca podría llegar de seguir utilizando Windows. Mis tareas comunes incluyen -pero no están limitadas a- redacción de textos, retoque de imágenes y tweeteo masivo para este blog, edición de audio para mi segmento radial, la descarga de archivos en muchos formatos diferentes para escuchar discos y ver películas, la navegación continua en Internet para encontrarlos, y un uso ínfimo por parte de mamá para ver las diapositivas que le pasan las amigas por e-mail. Todas y cada una de estas tareas requirieron de algún tiempo de búsqueda en foros de usuarios, y de tener que revisar varias soluciones hasta encontrar la correcta o la más fácil de implementar: debí tipear ciertos comandos en la terminal, cambiar opciones mínimas y hasta reemplazar la suite de oficina (porque no salía el sonido en las diapositivas que mira mi vieja, sin lugar a dudas el problema más dramático mientras duró).

Magalí Sol Salinas

Todas las cosas que se dicen sobre Linux y sus distribuciones son ciertas: todo anda más rápido, rejuvenece la máquina, hay que abrir demasiadas cosas al mismo tiempo como para colgarlo, es inconcebible la idea de tener que dejar abierto un antivirus desde que se prende la máquina hasta que se apaga por el temor a que entre algún bicho, y las distribuciones más conocidas garantizan una actualización y una renovación constante, sin poner un peso. En Argentina es totalmente posible piratear el software que se usa en casa sin ser descubiertos, pero como contaron algunos expositores ayer, muchos comercios y empresas hicieron grandes ahorros de licencias y mantenimiento en la migración al software libre (hubo una ponencia a cargo del encargado de sistemas de Postres Balcarce, rica en anécdotas sobre las reacciones de los empleados cuando tuvieron que aprender a usar Linux para poder seguir trabajando). Migración que desmiente parcialmente los argumentos negativos que hace un rato mencionaba: la mayor parte de la experiencia en Windows es posible de concretar en Linux, pero inevitablemente hay que renunciar a ciertas herramientas, y en otros casos es necesaria la intervención de un emulador o una máquina virtual.


Mi curiosidad por el funcionamento interno de las cosas y mis ganas de desentrañar todos los detalles del sistema son las mismas que tiene un usuario de Windows que tiene que llamar al técnico cada vez que le entra un virus. Sólo tengo algo de maña para llegar al resultado correcto en Google, y mucho tiempo libre. Actualmente son los dos elementos necesarios para mudarse con éxito. Estos tres sitios también van a ayudar bastante.

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