50 discos de 2011: puesto 9



Run DMT: Dreams by alteredzones

Run DMT - Dreams. Pocos géneros, lanzamientos y artistas hablan de manera directa y... Casual del consumo de drogas. Es una tapa habitual en mixtapes, con el rapper con la cabeza levemente hacia abajo y un costado y el humo subiendo, un concepto adherido a la impronta de bandas herederas de los Grateful Dead, como Woods y White Denim en cierto sentido, y una excusa para glorificar discos de críticos a los que no deberían hacer más caso, porque cuando el argumento principal es la situación en la que el disco funciona, se supedita su poder, efecto o virtud a una experiencia subjetiva que no todos podrán compartir. Además de que el debate pasa a ser cómo le pegó a cada persona el combo, en vez de centrarse en la música. Después, cientos de discos son descriptos por su atmósfera dreamy o dope, lo cual es más un signo involuntario de estos tiempos que un tic escrito a propósito.

Como fumador/consumidor de absolutamente ninguna droga (¿Ibuprofeno no cuenta?) me gusta enfrentar situaciones como las que me provocó Pilot Talk II de Curren$y en 2010. El disco psicodélico o simplemente fumón tiene un encanto por sí mismo; no se trata de emparentar cualquier maniobra musical a lo que el músico haya consumido para realizarla, sino de considerar, cuando la cata del autor puede confirmarse, que el disco implicará un recorrido (no redundemos diciendo viaje) por los recovecos psíquicos de quien nos habla, en un estado de inflamación, supresión, ramificación o igualación de ideas. Ustedes sabrán mejor, manga de junkies.

El celosamente guardado Dreams (ver esta crónica) vendría a ser una descripción verbal y sonora de las visiones de Michael Collins vía dimetiltriptamina, pero su estilo desarmó ese molde con el que iba a escucharlo: ¿es un disco psicodélico o un ensayo sobre música psicodélica? ¿Las atmósferas y las narraciones fueron predigitadas para sonar en esa clave o son registros auténticos del vuelo que emprendió Collins?

Despejando la especulación hay que hablar de un gran álbum de Ambient, de canciones indudablemente pictóricas, a las que es imposible reducir a una relación con el consumo, o las imágenes prácticamente abstractas que Collins describe. No sólo por el hecho de que cada uno de nosotros, en caso de escuchar esta cassette fumados, tendríamos visiones totalmente propias, sino porque en cualquier estado las canciones nos van a empujar a distintos lugares, de calma, inquietud o lo que se les ocurra. Hay algo perturbador en el sonido lo-fi de toda la cinta, que impide mantenerse pasivo a los sonidos en repetición, y que hace que uno pueda emprender su propio viaje, limpio de sustancias o no, en vez de detenerse en lo contado por Collins. Cuando la música se acerca a formas Folk el álbum amplía su victoria. Un sahumerio sesentoso se prendía silencioso detrás de mi sospecha de que hubiera un estereotipo en Dreams.

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